pasión por correr

La huella más humana del atletismo

  • Su récord de kilómetros competidos es difícil de igualar. Antonio Espiau se retiró a punto de cumplir los 80 aunque todavía hoy sigue siendo una leyenda para el atletismo isleño

En su casa apenas queda hueco para otra cosa. Trofeos, distinciones, medallas y recuerdos se adueñan del salón y otras estancias de la casa compartiendo el día a día de la familia. Es el hogar del que ha sido todo un campeón durante cuatro décadas y eso se nota nada más entrar. Impresiona este museo de todos sus logros deportivos, que no son precisamente ni pocos ni modestos. Antonio Espiau Castejón es toda una leyenda del atletismo en La Isla. Siempre ha sido humilde y discreto, poco dado a presumir de sus hazañas. Pero la realidad es que nadie, hasta ahora, ha conseguido igualarle. En La Isla, sigue siendo el corredor que más kilómetros de competición lleva a sus espaldas. Dice que ha intentado contarlos en alguna que otra ocasión pero siempre ha terminado por dejarlo... Son demasiados y es fácil perderse. Solo en Santander fueron 20 años seguidos haciendo los 100 kilómetros... Y a eso habría que sumar, entre maratones y otras pruebas, las subidas al Veleta, que es -apunta- "la carrera más dura de todas". "Pero miro los trofeos o las fotos y te puedo decir perfectamente ésta es de aquella carrera o de tal otra", asegura. Y desde luego anécdotas tiene para largo: desde su temprana afición al toreo y aquella vez que se lanzó al ruedo de espontáneo -con gran éxito por cierto- a las bromas que le gastaban algunos jóvenes cuando a diario lo veían pasar haciendo su entrenamiento habitual de varios kilómetros. "Para qué corres hombre", le preguntaban con sarcasmo. "Venid conmigo", les decía entonces. Y algunos lo hicieron. Espiau -él mismo lo reconoce- tenía facilidad para conectar con los jóvenes y terminó tirando de no pocos aficionados a los que consiguió enganchar a pruebas y competiciones. "Para muchos -dice- ganarme era un triunfo, pero -que conste- yo nunca me las he dado de nada ni me he creído más que nadie". "Es más, apostilla, para mí tiene más mérito el que llega el último a la meta que el que llega el primero, porque el que llega primero tiene facultades y el último, el pobrecito, las pasa canutas pero el esfuerzo que ha hecho es impagable".

Así es Antonio Espiau, que hace apenas unos meses, en las vísperas de la carrera popular nocturna del Alzheimer, recibió un cálido homenaje y reconocimiento a su insólita trayectoria deportiva. Y eso que al atletismo llegó ya pasados los 40 años, "aunque yo corría desde siempre para estar en forma para torear", apunta. La primera vez que participó en una prueba a su mujer ni siquiera le dio tiempo de llegar a la meta para fotografiarlo. Sin pretenderlo siquiera se coló entre los primeros puestos. Y sus facultades no pasaron desapercibidas. Enseguida fichó por el club Isla de León con Guillermo Malvido. Ahí empezó todo, recuerda.

"Lo echo de menos. Siento envidia sana cuando veo a los chavales correr", dice

Durante 20 años seguidos hizo los 100 kilómetros de Santander, la que es sin duda alguna su prueba favorita y a la que, a pesar de su extrema dureza, guarda un grandísimo cariño. Allí, de hecho, recibió el premio a los valores humanos, que sumó a sus muchos reconocimientos deportivos. Aunque Espiau llegó incluso a cruzar el puente de Verrazano y a correr por las amplias avenidas de Nueva York al participar en su mítica maratón, un sueño que vio cumplido -y aquí cuenta otra anécdota- gracias a que le tocó la lotería. "Aquello era espectacular... ¡Más de 30.000 personas! Luego, cuando ibas de vuelta al hotel y la gente te veía con la medalla, te decía ¡héroe, héroe!...".

Siempre dijo que dejaría de correr cuando cumpliera los 80 años. Tuvo forzosa e irremediablemente que ser unos meses antes por su estado de salud. Y lleva ya un tiempo retirado pero sigue siendo un verdadero atleta y un auténtico referente para el atletismo. Lo echa de menos, asegura. Pero soporta con resignación "ver los toros desde el tendido". "Siento envidia sana cuando veo a los chavales correr", advierte. "Pero hay que darle gracias a Dios por haber hecho lo que he hecho", dice. "Y siempre hice lo que me gustaba, sin hacer daño a nadie".

"Aunque mucha gente no lo crea, se disfruta corriendo. Y con el atletismo se aprende mucho. Uno descubre cómo es, esto le enseña a uno a dominarse", señala.

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