20 años de la muerte de camarón Reflexiones en torno a un aniversario decisivo

La hora del legado de un genio

  • Dos décadas después de la muerte del cantaor y del nacimiento de la leyenda, San Fernando aspira a construir el edificio de la memoria y el homenaje a la figura del flamenco del siglo XX

No es tiempo ya para la lírica, ni el ditirambo. En lo que a Camarón se refiere debería llegar el tiempo de la justicia.

Recuerdo como si fuera ayer mismo cuando me pidió Manuel López Luque, amigo de la infancia de José Monje Cruz, que intercediera ante José Luis Ballester para que "dejara" la plaza de toros para una corrida en beneficio del cantaor recién fallecido, y ante Pepe Oneto, que entonces "mandaba" en Antena 3 TV para la retransmisión de dicha corrida. Creo que fue una de las primeras decenas de millones de pesetas que recibió su viuda. Se destinarían a la erección de su monumeto funerario, que Alfonso Berraquero y Manuel Correa hicieron poniendo todo su arte, su tiempo y su trabajo. Sin recibir nada a cambio, tengo entendido.

En la historia de estos 20 años de la muerte de Camarón se podría hacer un seguimiento de esta voracidad por el dinero. Pero todo empezó recién fallecido el cantaor, cuando se perpetró la más ingnominiosa injusticia contra un inocente llamado Paco de Lucía. Yo presencié como lo llamaron "ratero" los días de julio de 1992, bajo el sol tórrido de esa mañana de dolor en la que se le dio sepultura en su Isla.

En la historia de estos veinte años, sería de gran interés conocer la contabilidad total del "otro" legado camaroniano, el financiero. Ha sido un chorreo constante, contante y sonante. Por todo, hasta la participación de su viuda en los programas de la telebasura, a cambio de un cheque.

Ahora le toca al legado que no se debería obviar, ni olvidar. Porque es el verdadero legado que nunca se debió haber desatendido. Me refiero, como sin duda han imaginado, a su Arte.

José Monje Cruz, Camarón de la Isla, ha sido considerado desde los años 80 del siglo pasado como la figura que llevó el flamenco fuera del Flamenco. Decir esto hoy, a menos de un año de la desaparición de Enrique Morente, el otro gran innovador del cante, es realizar un ejercicio necesario de los artistas que, sin perder su esencialidad, supieron verter en el crisol del puro flameco las músicas de la contemporaneidad. Pero Camarón fue el primero, y si no el primero, fue el artista decisivo.

Cuando 'La Leyenda del Tiempo', que los gitanos que habían comprado el disco fueron a devolverlo porque "eso" no era flamenco, Camarón profetizó que quienes "ahora" no lo comprendían, acabarían aceptando y valorando aquella apuesta originalísima que, de la mano de Ricardo Pachón, entre otros, había realizado.

No hay espacio para desbrozar 20 años sin Camarón, pero con su presencia como una luminaria de la inspiración para con todos. Su muerte calló para siempre a los discrepantes e hizo que su figura pasara a formar parte del panteón de los indiscutibles, y los indiscutidos. Aunque, salvando el gran homenaje que la Diputación Provincial de Cádiz, cuando la presidía Rafael Román, en la que se logró la Llave de Oro del Cante, poco más se ha hecho sobre su figura, sobre su legado, sobre su importancia. Y mucho menos en su pueblo, La Isla, que ha demorado las decisiones sobre una Fundación, un Museo, un algo. Es como si con el monumento funerario, la estatua de Aparicio Mota junto a la Venta de Vargas, y la fragua de su padre, humildísima como todo lo de la familia Monje, hubieran "cumplido".

20 años después estos fueron los vectores sobre los que ha discurrido el universo musical de Camarón de la Isla: los beneficios de los herederos y la casi nada de su pueblo. Por eso la fecha, la cifra, la letra del tango de los 20 años sin Camarón deberán ser nada para poder construir otro legado, un verdadero legado inmaterial en donde solamente se atienda a su figura legendaria, su música universal y su arte que traspasó la frontera de tantos corazones agradecidos que encontraron en sus melismas, en sus quejidos, en su dulzura el bálsamo del dolor del vivir, del espanto de la muerte y de la alegría del amor.

El interés de su pueblo no debe ser un interés espúreo sino sincero, y el de sus herederos, finalmente, no debe ser un interés económico más. La inmortalidad de Camarón no se hace con cálculos y miserias morales sino con desprendimiento y fe en lo que significa su figura, el perfil de oro y mármol de su arte inmarcesible.

20 años después de aquel verano de sol y luto, de camisas rotas y desesperación, La Isla ha adquirido "la casa de Camarón" de la calle Carmen, en las callejuelas. El patio de vecinos donde transcurrió su infancia y murió su padre. Es el primer paso de algo que puede que haya empezado a ser de verdad. La construccion de la presencia de Camarón en su pueblo. No solo será su espléndida peña, su mausoleo, su estatua sedente, la fragua y el paisaje de caños, esteros y salinas. Ocurrirá si su familia heredera acaba comprendiendo que ahora no es el tiempo de los cheques al portador ni de la "aceitunita comía, huesecito fuera", porque es el tiempo del desprendimiento y la generosidad.

Poner ahora esa primera piedra simbólica del legado de Camarón, el legado espiritual, musical y artístico de José Monje, es el horizonte en el que queremos creer. Ojalá no nos vuelvan a defraudar una y otros.

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