Optimismo prudente

Conviene medir la desescalada y vincular las medidas a la situación epidemiológica de cada momento

La pandemia causada por la Covid-19 ha golpeado al mundo entero produciendo un terrible impacto en la salud mundial y, sin duda, en la economía. En España, casi 4 millones de personas infectadas y 80.000 fallecimientos registrados que con los cálculos de exceso de mortalidad podrían ser unos 100.000.Desde que en enero de 2020 el coronavirus azota al mundo, muchos son los efectos sufridos y mucha la incertidumbre que aún afecta a millones de personas porque aún la incidencia de la enfermedad es de enorme impacto, sobre todo el países menos desarrollados. El caso de India es uno de los que estamos conociendo a través de los medios de comunicación como uno de los ejemplos de países golpeados con enormes incidencias de nuevos casos y alto número de fallecidos.

Pero es verdad que desde que en diciembre se consiguió el acceso real a las primeras vacunas, determinados lugares del mundo comienzan a ver con más optimismo la situación ya que con las vacunas se están consiguiendo muy buenos niveles de inmunidad en las personas vacunadas. La efectividad de las vacunas se está demostrando enormemente satisfactoria.

El acceso a las vacunas está siendo enormemente desigual y, así, podemos observar que mientras que la Unión Europea o Estados Unidos acaparan la mayor parte de las dosis aplicadas, otros países menos desarrollados tienen enormes dificultades para acceder a las vacunas necesarias para conseguir la protección de sus ciudadanos.

En nuestro caso, es evidente que formamos parte del grupo de países privilegiados en los que la ciudadanía tiene acceso paulatino a las diferentes vacunas a través del sistema público de salud, siendo España hoy un país en el que unos 27 millones de personas han recibido al menos una dosis (de ellos 9,5 millones de personas tienen aplicada la pauta completa), y siendo relevante señalar la práctica total protección en poblaciones vulnerables (mayores de 70 años) y muy alta, en los mayores entre 60 y 69.

Esto se está traduciendo en una caída espectacular de contagios, de ingresos hospitalarios y fallecidos en esos grupos de población y, junto a las medidas no farmacológicas para la prevención de la infección, la incidencia media comienza a remitir siendo satisfactoria en algunas comunidades entre las que destaca sobre todo Valencia.

Pero aún queda mucho camino por recorrer ya que mientras avanza la aplicación de vacunas al conjunto de la población para tratar de conseguir el objetivo de la inmunidad poblacional, hay territorios aún con altas incidencias y, en especial, hay grupos de edad (los más jóvenes) que tienen mayor impacto en el número de infecciones. Podemos ser optimistas. Pero debemos ser prudentes porque aún golpea la pandemia y no debemos bajar la guardia. Conviene medir la desescalada y vincular las medidas a la situación epidemiológica de cada momento considerando también la vigilancia de la circulación de nuevas variantes para asegurar las mejores decisiones.

Puede que estemos en el inicio del último tramo en la lucha frente a la COVID-19. Habrá que verlo. Pero para hacer realidad que estemos en el tramo final, ser prudentes es esencial.

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