Opinión

Oporto, kilómetro 42

  • "Si quieres ganar, corre 100 metros. Si quieres experimentar la vida, corre maratones". Emil Zatopek, 1954.

Con la medalla tras cruzar la meta.

Con la medalla tras cruzar la meta. / PLR

Hace cinco años y medio que me lo propuse y ya está conseguido. El destino era NYC, pero Biden me lo ha impedido y ha tenido que ser en Oporto, una ciudad maravillosa a la que tengo un cariño especial. Entre crack y crack de las adherencias, iba pergeñando en mi mente la promesa que me ponía si la rodilla volvía a rendir al cien por cien (¡cómo no iba a ser así si era Roge el que me trasteaba!). Gregorio me dio el primer empujón anímico con una fotico en mi ordenador y el doctor Ríos me terminó de convencer para que el sueño del maratón se transformara en una realidad. El pasado domingo 7 de noviembre lo pude conseguir: 42 kilómetros y 195 metros desde el Edificio Transparente, pasando por Matosinhos y por debajo del Puente Luis I para regresar al Parque da Cidade de Porto.

A vista de turista, Oporto es maravillosa, con su río Duero como principal atracción y unas bodegas buenísimas al paladar y preciosas para la foto (¡cómo habría disfrutado mi Javi Alonso corriendo por allí conmigo y luego colgándose la cámara nada más cruzar la meta!). A vista del maratoniano, la ciudad te encandila. Sufres porque en el kilómetro 30 viene el muro del maratoniano, pero entre los ánimos de un público divertido y cariñoso y lo sensacional que es correr por la ribera de un río, a la sombra de edificios con tanta historia, los kilómetros van cayendo mientras tu mente se enfrasca en pensar en la de aventuras que se habrán vivido en aquellas calles. Al final, 3:50:38 entre palmas y un “Pablo, muchas felicidades” por megafonía que no se me va a olvidar en mi vida. Y, sobre todo, una sensanción maravillosa, de superhéroe, cuando cruzas la meta. Me lo decía Fabián y yo creía que era un cumplido, pero al final, el que sabe, sabe.

Muchas horas de carrera a horas intempestivas (cuatro o cinco de la mañana inclusive o un 1 de enero en Vélez Blanco a las 6 AM con 6º) y de entrenamientos de fuerza a la sombra de un pino con Juanico, una pandemia y un confinamiento que me pasé subiendo escaleras para no perder la forma escuchando a Chema Martínez en el Kilómetro 42, una primera suspensión en 2020 del Maratón de Madrid y NYC, una segunda suspensión neoyorkina que la verdad es que psicológicamente desanimaba. Ahí me encontré con el buen trabajo de Fernando Pineda y su equipo, que se pusieron manos a la obra para que la decepción americana se transformara en ilusión lusitana. Y lo consiguieron, vaya que si lo consiguieron.

Al final, me alegro que Biden abriera las fronteras justico al día siguiente del Maratón de NYC, así ha podido venir a verme mi pequeñajo en mi debut maratoniano. Allí lo tienen bajo el Puente Luis I, quitando la mano a los corredores que me antecedían para chocármela a mí y transmitirme energías cuando los cuádriceps se iban contracturando. Iba a darle un beso a Chari al pasar a lo Iker Casillas con Sara Carbonero (como buen tópico, es quien más ha sufrido mi “obsesión”), pero ahí estaba, móvil en mano, grabando como buena periodista. O instagramer para mis followers.

Con el pequeño Mario, mordiendo la medalla con una vista de Oporto desde la Catedral. Con el pequeño Mario, mordiendo la medalla con una vista de Oporto desde la Catedral.

Con el pequeño Mario, mordiendo la medalla con una vista de Oporto desde la Catedral.

Alguno tendré, digo yo. Por lo menos ánimos me llegaron desde Costacabana por guasap. Cuesta renunciar a una palmerita de chocolate o a unas patatas fritas con huevo, pero compensa cuando te ves fuerte, saludable y consigues tus retos deportivos y jacobeos. La celebración, eso sí, fue en la Taberninha do Manel (gran recomendación de Elizabeth) ante un buen plato de bacalao, una francesinha repleta de salsa y dos pasteles de nata que supieron a ambrosía. Por no hablar de las dos mariscadas tan buenas que nos comimos (y a las que invité, claro está) en Galicia con mi mejor amigo y sus dos Albas. ¡Si Dios quiere, nos vemos en julio para el Camino de Santiago, antiga, mui nobre, siempre leal e invicta Cidade do Porto!

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios