Luces y razones

Naranjas amargas

La imagen.

La imagen. / Juan Antonio Muñoz Muñoz

Cuando tareas que resultan más propias entre las lindes del campo se acometen en las calles de la ciudad, las faenas se “urbanizan” y recoger naranjas resulta, por ello, un cometido periódico del área municipal de Parques y Jardines, a fin de que no ensucien el callejero, caídas de los árboles cuando, por naturaleza, es el tiempo de la recolección. Las naranjas “urbanas” son, además, de sabor amargo y hasta puede que afectadas por la contaminación, ya que su cáscara absorbe gases y productos tóxicos, por lo que poco aprovechamiento procuran como no sea para el compostaje. Las naranjas amargas, por tanto, solo decoran el viario, tras el inmaculado anuncio del azahar, sin rurales querencias porque, afincados los naranjos en los alcorques, acabarán amontonadas en un camión por operarios municipales. También se las conoce como naranjas agrias, de modo que se acrecienta una denotación de rechazo, desnaturalizadas de algún modo porque no dan buen zumo. De ahí que resulte una contradicción, casi retóricamente un oxímoron, decir naranjas amargas. Y que su destino no sea el exprimidor que las transmuta.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios