Salud y Bienestar

Piden más investigaciones sobre el cáncer de mama y el estilo de vida

  • Los factores de riesgo de la enfermedad que pueden modificarse se encuentran, a veces, en el aumento de peso, la actividad física o el consumo de alcohol

La modificación de los factores de riesgo de cáncer de mama en mujeres ya enfermas a través de las fórmulas farmacológicas y quirúrgicas suele tener una aceptación generalmente baja entre las afectadas. Tanto es así que los investigadores están explorando nuevas vías, muchas basadas en el estilo de vida. Así lo puso de manifiesto en el 31 San Antonio Breast Cancer Symposium, ciudad tejana, la doctora Leslie Bernstein, del departamento de Medicina Preventiva del Centro Integral del Cáncer de la Universidad Norris de California del Sur.

Algunas pacientes son reacias a tomar una droga con efectos secundarios potencialmente peligrosos o incómodos, como es el caso del tamoxifeno o los inhibidores de la aromatasa, en un momento en que no están padeciendo cáncer de mama. Para las mujeres de riesgo muy elevado, la mastectomía preventiva o la extirpación de los ovarios puede ser una opción, aunque muchas tienen dudas sobre si tomar esta medida extrema. Con los nuevos avances en la reconstrucción inmediata del pecho, hay más enfermas preparadas para seguir esta vía pero las cifras siguen siendo pequeñas.

Según explicó Bernstein, entre los factores de riesgo para el cáncer de mama que pueden modificarse y que se basan en esta nueva vía de los estilos de vida se encuentran los embarazos, la lactancia, la densidad mamográfica, la actividad física, la obesidad en la menopausia o el aumento de peso en la edad adulta, la terapia hormonal y el consumo de alcohol.

Saber cómo afectan estos factores al riesgo de padecer cáncer de mama es muy complejo, su modificación en cambio se puede realizar de una manera más directa.

Por ejemplo, un índice de masa corporal mayor de 27 en mujeres postmenopáusicas se asocia con un riesgo creciente, así que la simple pérdida de peso es una estrategia factible. Sin embargo, este riesgo añadido es en realidad muy pequeño en mujeres que no tienen antecedentes familiares de cáncer de mama. A nivel general, cerca de un 7,6% de los casos de cáncer de mama en los Estados Unidos son atribuibles a la obesidad, así que la pérdida de peso sería razonable como una estrategia de salud pública.

También el ejercicio en mujeres en edad reproductiva, especialmente en jóvenes y adolescentes, puede tener un efecto significativo en la incidencia del cáncer, posiblemente debido a las alteraciones del ciclo menstrual por los niveles reducidos de progesterona y de estrógeno. La actividad física a lo largo de la vida se asocia a un riesgo más bajo de cáncer de mama directamente proporcional al ejercicio realizado entre las mujeres europea, asiáticas, asiático-americanas e hispano-americanas.

Otros factores que pueden afectar al riesgo de cáncer de mama son los dietéticos. Así, los compuestos activos biológicos del té verde han demostrado en ratones que suprimen el crecimiento de injertos de cáncer de mama humanos y la consumición de té verde se asocia con un riesgo reducido de padecer este tipo de tumores en mujeres asiático-americanas.

En comparación con las estrategias habituales farmacológicas y quirúrgicas, la investigadora cree que estas intervenciones en el modo de vida tienen la ventaja de ser más rentables y contarían con la conformidad de un mayor número de pacientes. Bernstein pide investigar más para ahondar en la magnitud de los beneficios que se pueden obtener.

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