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San Fernando Revisión del catálogo de edificios protegidos del PEPRICH

Los 'traductores' del casco histórico

  • Los veinte equipos han comenzado a visitar las 900 fincas que tienen que revisar · Cada profesional debe rellenar una extensa ficha y tomar fotografías de los elementos más importantes del inmueble

En una mano la cámara de fotos y en la otra, una carpeta repleta de folios sin sentido a primera vista. La mirada, fija en el edificio, cae sucesivamente sobre las hojas, las pasa y en ellas repasa las cuestiones apuntadas. En el bolsillo del pantalón, un bolígrafo cualquiera, sencillo, que de vez en cuando desenfunda para anotar algún detalle que no debe olvidar en el informe. De repente, despierta de la súbita concentración en la que está sumido y avanza, dejando a sus espaldas la Iglesia Mayor.

Sí, ése es el número 40 de la calle Real. Un edificio señorial, elegante, que preside la plaza y la entrada en Rosario. Según la catalogación actual -la que está siendo ahora revisada- es de un nivel tres, lo que supone un grado de protección medio que se centra especialmente en algunas zonas del inmueble. Jaime Torres es uno de los veinte profesionales a los que el Colegio de Arquitectos de Cádiz ha seleccionado con la misión de recoger datos sobre unas 900 fincas catalogadas en el Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Casco Histórico (PEPRICH).

Su labor, así lo explicaban desde el propio Colegio, se centra en eso, en la documentación de los edificios, para lo que precisamente Jaime cuenta en sus manos con unas fichas, semejantes a las de sus compañeros, con una serie de información que deben aportar y apoyar con imágenes. Estas fichas, en las que los ojos expertos de los arquitectos depositan sus conocimientos e incluso sus percepciones y valoraciones, son las que después entregarán al Ayuntamiento, a la Gerencia de Urbanismo, que volverá a encargar a otro equipo el reajuste del grado de protección de cada inmueble.

Pero por el momento, los arquitectos están a pie de calle, o más bien, a pie de edificio. Y a las puertas de uno de ellos se encuentra Jaime, tras haber apuntado e inmortalizado los datos que le ha proporcionado la fachada. Para empezar, la altura de éste, baja más uno y la composición del mismo, utilizando arcos que se repiten en ambas plantas, a excepción de un local, una joyería, que rompe con la simetría. "Cuando se construyó este comercio, probablemente el inmueble no tenía todavía reglamentación que impidiera alterar la fachada original", explica. También se fija en otros detalles, como el labrado de la balaustrada o la carpintería metálica de los balcones, entre otros elementos ornamentales.

El acceso al interior de la finca, al menos, hasta la escalera -otro de los indicadores de su valor- es libre, porque actualmente alberga el Registro de la Propiedad, de tal manera que Jaime puede continuar con su trabajo sin tener que dar demasiadas explicaciones ni enseñar la autorización expedida por el Ayuntamiento. Su vista se posa entonces en la azulejería que recorre a media altura todo el tramo de una escalera señorial que parte de un eje central para separarse en dos tramos. "Cómo puede apreciarse -señala estos dos ramales- no ha habido una modificación esencial de esta estructura, al menos en apariencia. Se nota que la escalera ya estaba aquí desde el principio".

Del final de la misma surgen dos puertas, una a cada lado. El joven arquitecto elige la de la izquierda. ¿Por qué?, simplemente porque está abierta. Es el Registro, pero también es el patio, otro de los elementos estrella para el análisis pormenorizado de un inmueble. Jaime se dirige entonces al responsable de este servicio y le comenta por qué se encuentra allí, incluso le muestra el mencionado permiso. Mientras esperaba a que le atendieran, ha tomado algunas fotografías de este patio. También anotaciones muy escuetas en la ficha. "A simple vista, supongo que el patio originario llegaría hasta la planta baja, en la que hay locales comerciales, pero ahora termina aquí, en la primera", comenta.

Observando el techo, además, se aprecia la existencia de una galería rodeando este patio, cubierto en el exterior con una montera. También se conservan las vigas originarias de madera. Vuelve a tomar nota, "aunque evidentemente no puedo apuntarlo todo. Luego, ya en mi casa, completaré las fichas con las fotos por delante para que no se me escape nada, por eso hago tantas", puntualiza.

Falta un último paso para completar la documentación. Un trabajador del registro le conduce amablemente a la cubierta del edificio donde, según aclara el arquitecto, es más fácil determinar la estructura de éste, los espacios entre los muros, lo que en su argot denominan crujías. Efectivamente, el tejado desvela con bastante claridad otros aspectos del inmueble como la simetría del edificio o la composión de los tabiques. En este punto, instalado en el epicentro del edificio, Jaime realiza un pequeño plano de la finca en el que queda recogido esquemáticamente cómo es. Ya tiene una idea global del edificio que puede resumir en este pequeño esbozo explicativo que después además pasará a ordenador.

Curioso, observa también otros aspectos de la construcción en el exterior, toca los muros, se asoma al patio y se sube a un repecho para contemplar las casas colindantes. Incluso se acerca hasta la parte delantera, desde la que contempla con todo su esplendor la calle Real. "La verdad es que hay una buena vista desde aquí", asevera. La visita ha terminado, sus ojos escrutadores que durante media hora han traducido el lenguaje complejo de este edificio descansan por un momento y disfrutan de la panorámica, aunque sólo unos instantes.

Le queda mucho por hacer todavía para terminar el informe de este inmueble, y muchos otros edificios por recorrer, al margen de su trabajo diario, que no es poco. Será otro día, porque tiene que marcharse. De vuelta a la calle, se detiene por última vez en la escalera y toma una última fotografía de la yesería decorativa del techo. "Fíjate qué molduras más bonitas", comenta. Tiene prisa, pero le puede el oficio.

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