Análisis

Sin frenos en un trazado sinuoso

  • El propietario de Dorna y patrón de las dos ruedas, Carmelo Ezpeleta, recomendó a Pedro Pacheco en el año 96 que entregara la gestión que ahora investiga la Fiscalía.

Es difícil entender la existencia de un circuito en Jerez sin el concurso de dos personajes, Pedro Pacheco, alcalde durante más de dos décadas de la ciudad, y Carmelo Ezpeleta, dueño del circo de las dos ruedas a través de su empresa Dorna. Pacheco soñó un circuito que prolongara las pasiones que levantaba, entre balas de paja, el suicida circuito urbano de La Merced, donde el mito local del motor, Antonio Sánchez Garrido, Peluqui, estrelló su vida contra un bordillo en 1963. Ezpeleta soñó un circuito que se convirtiera en referente del espíritu motero. De modo que Pacheco construyó el circuito en un esfuerzo titánico. Ningún ayuntamiento ha corrido nunca con el peso de llevar a cabo un circuito de nivel mundial. Y Ezpeleta hizo de él un santuario. "Catedral del motociclismo", lo bautizó. 

 

A partir de 1996, diez años después de que en su pista se celebrara el primer gran premio de motociclismo, cuando el trazado ya había dado renombre a la ciudad y empezado a cavar un hoyo en las cuentas locales, Pacheco entregó a Ezpeleta las taquillas de la peregrinación anual de la meca motera a través de una sociedad, Gestión Circuito de Jerez. ¿A qué empresario se encargó esta tarea? A un empresario, no. A un técnico: el director del circuito, José Ramón García, un asturiano vinculado a este proyecto desde sus inicios, cuando el hoy célebre trazado era una explanada. En una situación como mínimo anómala, durante años un empleado de una sociedad municipal era, a su vez, principal socio de una empresa privada dedicada a explotar el bien público que él mismo dirigía. 

 

La idea fue del propio Ezpeleta, que recomendó a Pacheco que externalizara la explotación del circuito. Para no sacarla al mercado, se pensó en crear la empresa desde dentro. Y se pensó que García, Moncho para los amigos, hombre afable de perfil bajo, podría ser el hombre que figurara al frente de ella. Así lo hizo Pacheco y José Ramón García ligó su futuro con el de Ezpeleta, al punto que durante un tiempo llegó a estar incluido dentro del staff de Dorna. García siempre ha estado bajo la sombra de Ezpeleta.

 

Lo que ocurrió con el dinero que pasó por las manos de Gestión Circuito de Jerez es lo que quiere conocer ahora la Fiscalía. Lo que ya conocíamos de antes es que sobre este acuerdo, que durante quince años se fue renovando automáticamente en el momento en que se confirmaba Jerez como sede mundial -era absurdo que no lo fuera, que Ezpeleta jugara contra sus intereses-, la sociedad pública, Cirjesa, corría con los gastos y la sociedad privada, Gestión Circuito de Jerez, corría con los beneficios. Por ejemplo, mientras Cirjesa se declaraba en 2008 en quiebra por ser incapaz de pagar los trabajos de remodelación encargados en 2001 a FCC y Serviobras y la Junta pagaba con dinero del bolsillo público la mejora de los accesos al trazado, Gestión Circuito de Jerez presentaba ese mismo año unas saneadas cuentas con una facturación próxima a los cuatro millones de euros. Además, haciendo gala de espíritu emprendedor, Gestión Circuito de Jerez ponía en marcha visitas turísticas al circuito cobrando diez euros la entrada o incluso quiso adjudicar, sin que pasara por Cirjesa, la instalación en su interior de una planta de generación de energía fotovoltaica. En definitiva, la empresa funcionaba como si el circuito fuera suyo.

 

Que Ezpeleta, que figuraba como apoderado de la firma, es bueno con los negocios no se lo puede negar nadie. Este barcelonés de 68 años, que hizo sus pinitos pilotando una Impala en su juventud, abandonó sus estudios de ingeniería para poner en pie un circuito, el de Calafat, a finales de los 60 y de ahí dio el salto al Jarama, el único de España en el que entonces se celebraban carreras de Fórmula 1. En ese circuito madrileño, con Ezpeleta al frente, se libró la gran batalla entre el capo de la F-1, Bernie Ecclestone, y los constructores. Ganó Ecclestone y Ezpeleta aprendió mucho de Ecclestone, lo suficiente para enfrentarse a él y evitar que metiera las manos en el negocio de las motos. El negocio de las motos iba a ser suyo. Y lo fue. Dorna gestiona no sólo el Mundial, sino también el campeonato de España, que es el que abastece de pilotos las categorías internacionales, lo que ha llevado a una españolización de esta competición que en un solo año ha hecho perder cerca de tres millones de espectadores en su segundo mercado, el italiano.

 

Al circuito de Jerez hay que añadir otros dos que han relegado al trazado andaluz a una posición secundaria: el de Montmeló, en cuya construcción Ezpeleta participó activamente, y el de Cheste, en Valencia, negociado directamente entre Dorna y la Comunidad Valenciana de los grandes derroches que, por entonces, presidía Francisco Camps.

 

Al tiempo, cuidaba Jerez. Ezpeleta ha sabido contemporizar con los tres alcaldes. Su complicidad con Pacheco fue absoluta, al punto que cuando en 2011 la actual alcaldesa, María José García Pelayo, decidió acabar con el contrato con Gestión Circuito de Jerez, el concejal Pacheco siguió defendiendo ese sistema de explotación "por responsabilidad". Con Pilar Sánchez, Ezpeleta también supo contemporizar. Elogió a la regidora en público en el marco de Fitur de 2010 y, de algún modo, consiguió que el IRTA, la asociación nacional de equipos, nombrara a Jerez como el mejor circuito del mundial, lo que Sánchez exhibió como un logro de su gobierno. Por último, con García Pelayo también ha sabido llegar a un entendimiento pese a que la explotación esté en manos públicas. En el mismo ovni del circuito, el ovni que es emblema del trazado y que pagaron los jerezanos, Pelayo y Ezpeleta llegaron a un pacto por el cual el Mundial se quedaba en Jerez hasta 2015 a cambio de un canon de cerca de seis millones de euros. El Ayuntamiento pagaba 2,2 millones. Contando con que ahora el Ayuntamiento se queda con el dinero de las entradas, el canon sale lo comido por lo servido. ¿Por qué no fue así siempre? Quizá porque Ezpeleta convenció a Pacheco en 1996 de que había que profesionalizar la pasión por las motos. De lo demás se encargó José Ramón García, Moncho, el hombre afable, de perfil bajo, que siempre estuvo en el circuito.

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