Desde hace unos años el estudio que sobre el movimiento de la población realiza el INE, Instituto Nacional de Estadística, refleja el profundo cambio que se está produciendo en la sociedad española especialmente en lo relacionado con la celebración del matrimonio y, en los últimos ejercicios, con el inicio de un importante descenso en la natalidad.

Los datos en la provincia de Cádiz, referidos a 2017 y publicados ayer por el INE, son más que elocuentes. En este periodo de tiempo se celebraron en la provincia 4.735 matrimonios, una cifra que se mantiene más o menos estable en los últimos años. Lo que sí cambia ejercicio tras ejercicio es el porcentaje de bodas que se realizan por lo civil. En 2017 ya alcanzaron al 65,85% del total, un porcentaje que en Andalucía sólo es superado por Málaga (73,41%) y que queda muy lejos de Jaén, donde los matrimonios civiles por el momento apenas suponen el 47,85% del total.

La cifra aportada por la provincia gaditana se incrementa año tras año, pues en 2015 era el 62% del total, casi tres puntos y medio menos que el estudio ahora conocido.

De esta forma se celebraron en la provincia 3.118 matrimonios civiles, frente a 1.518 realizados por el rito católico. Los que eligieron otras religiones apenas fueron 18 y no consta la fórmula elegida en 82 casos. Las uniones entre parejas del mismo sexo ronda el centenar cada año.

Lógicamente el considerable aumento de los matrimonios civiles afecta de lleno a los ingresos que los templos católicos conseguían hasta ahora por estas celebraciones, muchas de las cuales tenían que aguardar fecha durante meses en aquellas iglesias con mayor aceptación por parte de los feligreses.

Sin embargo, que las bodas civiles hayan tomado de forma definitiva la delantera no significa que haya caído el uso de las formas tradicionales en las bodas religiosos. Así, son cada vez más las novias vestidas de blanco y los novios de chaqué que acuden al registro civil o al ayuntamiento de su localidad para unirse por lo civil, con toda la parafernalia que antes era habitual en los templos.

Si este es uno de los cambios más significativos que se están produciendo en la sociedad española, los últimos informes elaborados por el INE detectan un paulatino descenso de la natalidad, que sólo está siendo contrarrestado por la llegada de emigrantes, efecto que en todo caso se limitó de forma ostensible durante lo años más duros de la crisis.

La provincia de Cádiz, que ha ofrecido una imagen de fortaleza en cuestión de población en las últimas décadas, también ha caído en esta tendencia a la baja.

En 2017 se contabilizaron en los centros hospitalarios de la provincia 10.770 nacimientos. Hace una década esta cifra era de 14.497, y hace veinte años aún se estaba por encima con 12.310 nacimientos en doce meses. En cuanto a las defunciones, en 2017 llegaron 10.002. Con esta cifra el crecimiento vegetativo continúa siendo positivo, pero si la tendencia se mantiene, en uno o dos años se entrará ya en un crecimiento vegetativo negativo, es decir, que no hay suficientes nacimientos para cubrir las defunciones.

Esta situación se ve claramente en las respectivas tasas de natalidad y mortalidad. Mientras la primera baja y baja, la segunda crece aunque de forma lenta.

Según el mismo estudio del INE, la tasa de natalidad de la provincia en 2017 bajó hasta el 8,62 por mil. Hace apenas una década estaba en el 12,06 por mil. Y hace treinta años se rozaba el 15 por mil. Frente a ello, la tasa de mortalidad el pasado año se quedó en la provincia en el 8,01 por mil, poco más de un punto respecto a 2007 y 1,10 menos según los datos de hace tres década.

Con todo, la provincia de Cádiz se encuentra entre las nueve más pobladas de todo el país, con más de 1.240.000 habitantes.