tribuna

¿Queremos seguir siendo unos provincianos?

  • El autor reclama diálogo entre los rectores de las grandes ciudades

Desde hace algunos años, crece la conciencia entre los expertos de que las ciudades están cobrando protagonismo en la configuración de las políticas globales. En medio de este debate, el papel de las ciudades gaditanas se está quedando completamente desdibujado. El marco de nuestras ciudades, por supuesto, difícilmente será de dimensión mundial. Eso no quita que 1,2 millones de personas puedan reclamar su voz en un marco más reducido.

Los Estados-nación están perdiendo poder en favor de las ciudades. Se encuentran cada vez más contestados como herramientas de los cambios políticos necesarios, sobrepasados por amenazas que superan su ámbito territorial. Los Estados se enfrentan a retos como el cambio climático, el terrorismo internacional o la ciberseguridad, incluso las políticas económicas. Ante estos retos, son incapaces de proponer soluciones definitivas porque se trata de problemáticas que deben abordarse desde un espacio trasnacional.

Esta caída de los Estados es paralela al crecimiento del poder de las ciudades. El 80 % de la población mundial vive en ciudades. Son las ciudades las que nos tienen que ofrecer los mejores servicios para que queramos vivir ahí, para que las empresas se instalen, que los comercios o las fábricas creen empleo, que florezcan movimientos culturales o que el turismo decida dejar dinero. Para ello, no se limitan a gestionar recursos económicos, sino que tienen que crear los mejores ecosistemas que hagan atractivas las ciudades. Esto incluye pensar en qué tipo de escuelas serán las mejores, la movilidad más atractiva, la calidad de aire óptima, los espacios para socializar más adecuados, las estructuras económicas que más talento atraigan o los servicios sociales que mejor cubran sus necesidades.

Algunas ciudades han tratado de ponerse metas imposibles y han ido al fracaso. Nueva York, Los Ángeles, Tokyo o Londres tienen planes diseñados que arrastran a sus áreas metropolitanas. Son ciudades que hacen prospectiva para saber hacia dónde desarrollarse dentro de las que mejor perspectiva tienen y en las que cuentan (o pueden contar) con ventajas competitivas sobre las otras ciudades globales. Todas han pasado por momentos críticos o lo están pasando (Londres, con el Brexit es un ejemplo). Las cuatro, junto a otras grandes, juegan en la liga mundial de atracción de talento que dinamiza su actividad. Todas hacen frente a los retos internos (de ser lugares sostenibles, vivibles y creativos). Todas consiguen ser tan atractivas que los municipios a su alrededor se sumen al proyecto porque todas ganan chupando rueda. En otras ocasiones, se forman áreas sin un liderazgo de una ciudad claro (como pasa en la región del Rin-Rhur).

Las dimensiones en la provincia no llegan a los más de 15 millones de personas que mueve cada una de esas ciudades. Esto no puede ser excusa para cruzarse de brazos y esperar que un futuro mejor llegue porque otros nos lo regalen. Hay que hacer esa prospectiva y sumar. Prospectiva para hacer un proyecto realista: de poco servirá decir que queremos ser la referencia cultural europea o la Silicon Valley del sur de Europa, cuando eso está bien lejos de nuestras capacidades.

Y sumar porque pesan mucho un polo de acción respaldado por 500.000 habitantes que tres que hagan la batalla por su parte (por centrarnos en las tres más pobladas). En demasiadas ocasiones, he observado con preocupación cómo parece que los alcaldes (e, incluso, nosotros mismos) están más preocupados en mirar con recelo al resto en lugar de buscar espacios donde colaborar. La diputación podría ser un elemento aglutinador, aunque sus funciones están muy limitadas y, además, debe poner de acuerdo a 44 municipios.

La Unión Europea, con 28 Estados miembros, vive sus impulsos gracias a los acuerdos que alcanzan los grandes (a veces, solo Alemania y Francia, que después buscan la complicidad del resto). ¿Cuándo hemos visto una cumbre entre los alcaldes de Jerez y Cádiz? ¿O con Algeciras? Encuentros periódicos que tejan los temas sobre los que comenzar a construir políticas públicas en su ámbito competencial y a construir demandas al resto de administraciones. Los tres polos del dinamismo provincial tienden a jugar a la competencia en lugar de a la colaboración, más en esta legislatura en que las tres ciudades cuentan con alcaldes de partidos diferentes. Con quien nos midamos marca nuestro potencial (y también la rueda que decidamos chupar, no nos engañemos). Podemos resignarnos a jugar la liga de los provincianos que prefieren hacerle la puñeta al municipio de al lado. O podemos aspirar al ascenso, buscando las sinergias que existen y mirarnos en el espejo de las ciudades del medio millón (o del millón) de habitantes que pueden aspirar a, en determinados ámbitos, aspirar a dimensión europea.

Estamos a un año de las elecciones municipales. Veremos en este año de propuestas si nuestros partidos políticos optan por la mediocridad (adornado de palabras grandilocuentes) de la insignificancia o tienen altura de miras suficiente para apostar por un futuro (realista) que nos sitúe en el mapa, al menos, europeo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios