Cuando se unen las ganas de alimentarse de forma saludable, ética y comprometida, surgen iniciativas como La Piña Piñonera, un colectivo formado por unas veinte familias que, en Puerto Real, se han comprometido con pequeños productores ecológicos para la compra de productos básicos como la fruta, las verduras, el pan, los huevos o el aceite.

La Piña Piñonera es un grupo local de consumo ecológico y colaborativo que lleva funcionando dos años y que hasta el momento ha logrado mover más de 10.000 euros al año en productos de consumo alternativo. Algunos miembros del grupo actual ya habían participado en otros similares en provincias cercanas, y cuando recalaron en Puerto Real siguieron consumiendo estos productos ecológicos de forma particular, sin organización colectiva.

"Algunos productores nos dijeron que si reuníamos un grupo, de al menos diez personas, podían quedar con nosotros y hacernos un reparto, así que lo comentamos con algunos grupos de amigos y enseguida lo conseguimos", explica Carmen Becerra, una de las impulsoras de La Piña Piñonera.

Así llegaron muchas de las familias que aún hoy permanecen en el colectivo, porque, después de dos años, el grupo está más vivo que nunca.

El Aula de la Naturaleza, en Reflejo Verde, sirve de sede para que cada quince días, aproximadamente, realicen sus asambleas para decidir asuntos como los productores con los que trabajarán, incluir nuevos productos, repartir las responsabilidades de compra o poner en marcha actividades y visitas. "No somos un grupo de clientes. La Piña Piñonera está formada alrededor de los consumidores y si un productor se va o no nos gusta, cambiamos a otro", explican.

Es precisamente la autogestión del grupo uno de sus principales pilares. La responsabilidad de los pedidos o el pago a proveedores va rotando entre sus componentes, de forma que todas las familias pasen por esa experiencia. Es el compromiso de los participantes, el otro pilar en el que se sustenta el grupo. "Formar parte de La Piña Piñonera supone además adquirir un compromiso moral de comprar cada quince días una ecocesta de verduras y hortalizas de temporada, seleccionadas directamente por el propio productor", explica Lourdes Benito, una de las componentes del grupo desde sus inicios.

Esta forma de consumir empieza a hacerse hueco en el mercado. Lo explica Cati Romero, de la huerta La Soberana, en Lebrija. Durante más de trece años regentó una frutería tradicional en un mercado de abastos, hasta que su familia se hizo con una huerta y cambió el modelo de negocio. "Los clientes están más contentos porque comen más sano y más natural, y nosotros también porque sabemos perfectamente lo que estamos vendiendo. Es más trabajo, pero merece la pena", asegura.

Un caso similar es la Cooperativa La Reverde. Lola Rodríguez abre las puertas de su furgoneta y los consumidores se acercan a recoger sus cesta de verduras. Solo hay que verlas para entender el porqué este grupo las espera con tantas ganas. "Son productos que no llevan ningún añadido ni producto químico y la mayoría de ellos se han recolectado de la huerta esta misma mañana", asegura Lola Rodríguez.

Del mismo modo van llegando los panes, en este caso de consumo local, de la Espiga de Oro (Puerto Real); los huevos de la Granja Vela Blanca (Chipiona) o el aceite Algodoliva (Algodonales). "Nosotros estamos, primeramente, interesados en nuestra salud. Pero también queremos consumir de forma alternativa y apoyar a los productores de la zona que apuestan por este modelo que nosotros compartimos", dice Lourdes Benito, quien añade que "además es que están buenísimos, el sabor no tiene nada que ver. Se nota mucho la diferencia".

En eso coinciden todos los miembros de La Piña Piñonera: "El sabor es una vuelta a los origines, a los productos que siempre han consumidos nuestros padres y abuelos, alejados de productos químicos. Eso también nos da mucha tranquilidad".