El Puerto

Pájaro y su música ponen el punto final a tres días de fábula

  • El festival fue clausurado con un concierto en las bodegas Osborne

Imagen de los espectadores durante el concierto del músico en el patio de las bodegas.

Imagen de los espectadores durante el concierto del músico en el patio de las bodegas.

Según se podía escuchar decir a algunos ayer en la bodega de Mora, donde tenía lugar el último concierto programado en el Monkey Weekend, este había sido un fin de semana "bestial". Y según lo que se podía ver allí, hasta donde muchos se acercaban maleta en mano alargando lo inevitable, no había muchas ganas de coger el camino de vuelta a casa.

Es comprensible. La gente se acostumbra muy pronto a lo buneo y hay que tener en cuenta que aquí, desde el viernes, ha habido muchas fiestas, música y diversión. Tal y como me dijo un conocido no hace mucho "en El Puerto todo se disfruta el doble y cuesta la mitad que en otros sitios". Y no le falta razón. Sin embargo, guste más o guste menos, todo tiene su fin y ayer Osborne hizo mucho más complicado el momento de la despedida con el concierto que Pájaro dió en el patio de las bodegas de la calle de los Moros.

Hasta el concierto muchos se acercaban maleta en mano alargando lo inevitable

Durante una hora el músico sevillano entusiasmó a los asistentes -la sintonía con el público fue total desde el primer momento- en un concierto donde sonaron distintos temas de su carrera, como Perché o A Galopar, tema incluído en Gran Poder, su último trabajo. Era cierto que el calor apretaba, pero la cosa se hizo más llevadera entre vasito y vasito del nuevo vermú, lanzado recientemente por las bodegas locales, que podía ser degustado allí mismo. En general el ambiente era bastante cómodo y existían opciones para todos los gustos. Los había que preferían quedarse de pie sin más, otros se sentaban en los bancos que rodean la primera parte del patio, además de aquello otros que directamente pasaban de vermú y degustaciones y preferían refrescarse con alguna otra bebida, como por ejemplo cerveza o vino, servida en el propio restaurante Toro Tapas que se sitúa allí mismo. En definitiva como decimos por aquí: a pesar del calor se estaba bastante a gustito.

Pero lamentablemente la música paró y la voz de Pájaro dejó de sonar. Rápido. Había que movilizarse en busca de la siguiente fiesta. Eran aproximandamente las 14:00 horas. Demasiado pronto aún para acabar con el Monkey. En la propia puerta de la bodega los planes brotaban veloces y la opción más sonada era el bar Santa María y su mítica terraza, tan conocida por los visitantes al ser uno de los primeros lugares de la ciudad que albergó conciertos durante el Monkey Week donde se celebró una pinchitada que comenzó a las 14:30 horas.

Indudablemente el Toro se ha comportado como el mejor anfitrión. Ha puesto la miel en los labios de aquellos apurados que no podían retrasar más la hora de salida y eso es magnífico. Que se queden con ganas de más. Así seguro que vuelven. Lo que tampoco se puede discutir es que él y el Mono hacen buena pareja. Y ya si se les une Pájaro ni hablamos. Esto parece más una fábula que una crónica: la narración de un fin de semana estupendo y fabuloso.

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