Provincia de Cádiz

Historias desde la soga

  • A los bancos se les acumulan los nuevos parados que están hipotecados y carecen de recursos para afrontar las cuotas

"El banco tendrá que esperar, tendrá que entender que no me voy a quedar sin comer para pagar la cuota". Miguel García, albañil, tiene 52 años y afronta su nueva situación de parado con una especie de sonrisa nerviosa. Su mujer lleva meses preparando la boda de la niña para que no falte de nada. Hace una semana Miguel llegó a casa tras un mal día. La obra de Jerez en la que trabajaba se había suspendido y tenía la nítida sensación de que esta vez iba para largo. "Me he quedado parado muchas veces, pero tiraba con chapuzas y sabía que tarde o temprano saldría una obra, pero ahora no hay ni chapuzas ni obras. Me han dicho que puede que salga algo en Marrakech, pero irme a Marrakech... es lo que me decía un marroquí, que ellos han venido aquí en patera y ahora nosotros vamos a tener que ir allí nadando".

En el corrillo que se ha formado en la puerta de la oficina de desempleo de Chiclana, donde se queman y queman cigarrillos, los compañeros observan el candor de Miguel con escepticismo. "Vamos a ver, a mí me quedan dos años para terminar de pagar la casa. Por dos años, con todo lo que he pagado, no me la van a quitar. Ya hablaré con el banco". "Para mí, que tú este año no comes polvorones". "Sí, hombre, Dios aprieta pero no ahoga".

Los miembros de 'Ahorcados por la hipoteca' , una plataforma creada desde Alcalá de Henares que está alcanzando una dimensión nacional, no están tan seguros de que una mano divina vaya a dar holgura a la soga. La plataforma se está convirtiendo desde la página www.anticrisis.es en la voz de los nuevos parados que corren el riesgo de perder sus casas. Se autodenominan "Unión de propietarios de viviendas familiares con hipotecas impagables". La web rezuma indignación. Los bancos nos han metido en esto, que nos saquen ellos, se repite como una cantinela que va creciendo en los 'post' en un murmullo que augura rebelión. Dos centenares de trabajadores del sindicato radical SAT tomaron a finales del pasado mes una sucursal del BBVA en Granada en protesta por la crisis, un grupo de hipotecados propone desde internet una huelga de hambre de escala nacional, el pasado 15 de noviembre hubo concentraciones en 36 ciudades españolas, entre ellas Cádiz, en protesta por el dinero público inyectado en los bancos... se podría seguir. Muchas de estas protestas parten de grupos antisistema, pero ese breve paseo por internet muestra que el clamor va más allá de una minoría y que las ayudas anunciadas por el Gobierno a los parados hipotecados no aplaca esa ira.

"Los bancos no quieren las casas de sus clientes", explica un alto directivo de una entidad de ahorros que prefiere que su nombre no se vea reflejado "si quieres que te cuente lo que de verdad está pasando". "No hay una consigna común de todos los bancos, pero está claro que es el momento de ser todo lo flexible que se pueda. En la provincia se están renegociando un gran número de créditos, buscando soluciones, aplazando cuotas, reduciéndolas. Un banco no podría monetizar los inmuebles que pasarían a su poder por impagos que no paran de crecer. Somos bancos, no inmobiliarias". Este analista augura que en la provincia, donde la previsión en 2009 es alcanzar un 22% de paro, se llegará al 8% de morosidad, quizá más. "Y partíamos de un 2%".

Un simple recorrido por los escaparates de los bancos ofrece una fotografía del estado del mercado. Se ha sustituido la agresiva publicidad sobre hipotecas y créditos por agradables reclamos con fotografías campestres sobre planes de pensiones y beneficios por las domiciliaciones de nóminas. "No, no es la hora de prestar. Los bancos españoles tienen unos vencimientos que atender en el mercado interbancario, dinero adquirido antes de la crisis de confianza provocado por las 'subprime'. Ahora hemos pasado a un segundo estadio y la crisis de confianza nos ha llevado a problemas de liquidez".

El bajo estado de ánimo llega a los empleados de banca, formados para una política de incentivos de consumo, de productos 'festivos'. Gaste hoy, pague mañana. "Todo empleado sabe enfrentarse al moroso tipo, aquel que no mide sus posibilidades, pero el moroso de ahora no es ése, es un hombre que quiere pagar y no puede. Y quizá para eso hay muchos que no estaban preparados, para ver pasar por delante de su mesa gente que no sabe qué hacer. Y unas veces se pueden ofrecer soluciones, y otras veces no. Llegan a su casa abatidos", explica este directivo que admite que "todo está yendo mucho más rápido de lo que todos los informes pronosticaban".

En el mercado inmobiliario de segunda mano se observa lo que sucede desde otra perspectiva. Francisco Escot, directivo de Míster Casa, una de las firmas líderes del sector, aprecia un incremento de la oferta "por personas que ponen en venta no su primera vivienda, lo que se da muy poco o apenas se da, sino una segunda vivienda adquirida en su día como inversión. Es muy típico el caso de un particular que, durante la bonanza, comprara un piso para pagar una hipoteca con mil euros que le sobraran de sus ingresos. La revalorización era rápida y se ganaba dinero en poco tiempo. Pero esa tendencia se cortó y ahora tiene serios problemas para pagar esa segunda hipoteca. Eso es principalmente lo que está llegando al mercado, con una notable rebaja de precios, aunque yo no diría que los precios se estén tirando todavía". Esta tendencia es muy clara en ciudades como Jerez y El Puerto.

Todo ello está muy lejos de las preocupaciones de José Manuel Herrera y Miguel Ángel Pérez, de 33 y 36 años, respectivamente, trabajadores de la madera hasta la semana pasada. Ahora parados de la madera, una situación nueva para los dos, que empezaron a trabajar con 14 años. Se consuelan porque no tienen hipotecas muy altas. Pagan 200 euros. "Compramos cuando las casas estaban sobre los seis millones de pesetas. Si hubiéramos comprado después, por mi misma casa yo estaría pagando mil euros al mes". Pero aún así, el problema está ahí. "Yo no creo que esto se vaya a solucionar en poco tiempo y yo lo que voy a percibir es una ayuda de 400 euros. Si tengo que darle la mitad al banco, a ver cómo vivo, que tengo dos hijos".

El miedo se ha adueñado de la mirada de Cristóbal Muñoz, trabajador del metal. Se mueve en la oficina de desempleo desorientado, no comparte ningún corrillo. Sale, pasea de un lado a otro de la calle, dándole vueltas a cómo salir de ésta. Las bolsas en los ojos delatan que ha dormido mal. "Tengo cuatro hijos y una hipoteca de 500 euros, llevo quince años pagándola y me quedan otros veinte. Nunca había tenido problemas en pagarla, pero ahora... Si voy a cobrar una ayuda de 400, ¿cómo quieren que pague la hipoteca?".

El se veía venir hace tiempo que iba a llegar este día, pero el tiempo pasaba y seguían cayendo trabajos. Hasta que no cayeron y tuvo que dar el paso de acudir a la oficina de desempleo. El momento había llegado. Estaba parado. Cuenta la rutina desoladora de algunos de sus compañeros, "todo el día vagando buscando algún trabajo. A veces nos reunimos en el bar a ver el fútbol para distraernos, para olvidarnos de la que se nos viene encima, pero nadie mira el fútbol ni habla de fútbol, todo el rato estamos dándole vueltas a lo mismo, a la hipoteca. Siempre hay alguien que salta y dice dejad de hablar de eso, joder, que estamos siempre con lo mismo, pero al rato se vuelve a la misma historia. La hipoteca pesa más que cualquier cosa, más que los cuatro niños a los que hay que dar de comer y vestir. La hipoteca se ha convertido en una obsesión, en una pesadilla". Y se aleja con los ojos tristes clavados en el suelo, encorvado por el peso de los malos tiempos.

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