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  • Quince científicos, investigadores, buzos y marineros están alistados en la expedición del 'Oceana Ranger', que ha dedicado tres días a explorar los fondos del Golfo de Cádiz

El mallorquín Xavier Pastor, un hombre nacido en el mar, avisa de que el 'Oceana Ranger' es "cómodo aunque austero" mientras se acerca al robusto catamarán de aluminio que levanta sus dos palos muy por encima del perfil del puerto deportivo de Chipiona. La embarcación fue construida por encargo de unos religiosos y estuvo alistada durante dos décadas en un programa de ayuda médica en Micronesia, el puñado de islas desperdigadas al norte de Oceanía, pero en 2005 cambió de ocupación para convertirse en la avanzada de la fundación Oceana en Europa. Desde entonces, este medio catamarán científico medio patrullero de ecosistemas tiene como misión proteger el mar del único planeta que tiene mar.

El 'Ranger' ha programado tres jornadas de trabajo en el Golfo de Cádiz y la de hoy es la segunda. La expedición, formada por 15 investigadores, científicos, buzos y marineros, con Pastor al frente, dedicará todo el martes a examinar el fondo marino de Chipiona. Busca arrojar luz al conocimiento del entorno de Doñana y ofrecer una aportación científica al debate sobre la instalación de un parque eólico marino en la Costa Noroeste.

Pastor ya adelantó hace varias semanas su respaldo al proyecto, siempre condicionado a los estudios de impacto que está desarrollando la Universidad de Cádiz. "Los aerogeneradores no son el problema del mar, sino parte de la solución a sus problemas", defiende el oceanógrafo en el salón central del catamarán, que ya se adentra firme y silencioso en el Golfo.

No es una voz cualquiera. Este biólogo trabajó en el Instituto de Oceanografía antes de embarcarse en 1984 en la fundación de Greenpeace en España. Desde 2003 trabaja en la implantación de la firma Oceana en Europa. Con discurso articulado y suave, como si no quisiera desconcentrar a sus compañeros, desarrolla su planteamiento sobre los aerogeneradores: "Sufrimos pesca ilegal, vertidos de petróleo, pozos en el mar, térmicas, emisiones masivas de CO2. Y mientras, el cambio climático avanza... Las playas que parecen preocuparnos tanto a todos son las primeras afectadas, las aguas sufren un proceso de acidificación que está afectando a las especies... ¿y qué soluciones hay? Todas provisionales, como intentar vaciar el mar con un cubo", argumenta. "O vamos a por las renovables o no hay opciones. Discutir este punto es estéril, y aún peor es hacerlo por intereses políticos".

El salón, flanqueado por los camarotes, es un apretado y ordenadísimo caos: un montículo de cajas de herramientas en el suelo; extintores; una cocinilla en una esquina y, en la opuesta, una gran mesa de madera sobre la que llegan a coincidir hasta cinco portátiles. Una biblioteca improvisada detrás de un sofá; cajones que surgen de la nada. Decenas de cables que escalan desde el suelo o se descuelgan desde el techo. La lista de la compra. Y Salma Hayek anunciando Camparí, la única licencia extralaboral.

En otra de las esquinas de la sala están instalados los controles remotos y el radar de seguimiento del ROV, el 'Seaeye', el robot que se encarga de la rastrear los fondos en esta expedición veraniega. Justo a las once, el "ojo del mar" va a ser el primero en mojarse en el Atlántico. 36,38 grados norte, 006,31 grados oeste. Un punto a cinco millas y media de Aguadulce.

Bajo la supervisión del algecireño José Manuel Sáez, la tripulación suelta al robot con una grúa desde popa. El ROV parece una gran nevera de playa tuneada con tres cámaras, varias pequeñas hélices y mil cables, pero resulta ser el no va más: puede bajar hasta los mil metros, rastrear el fondo, recoger alguna muestra con su bracito mecánico, y transmitir la señal de vídeo por un cordón umbilical de fibra óptica. "Es lo más avanzado que tenemos ahora en España", presume Sáez, que lo cuida todo el día como a un hijo porque "un robot sin trabajar y un robot sin mantener son la muerte de un robot".

A través de dos pantallas y con la ayuda de Fleta en el radar, el piloto gaditano guía a la máquina a 30 metros de profundidad y se desplaza rozando el fondo. Es el mismo pulso que dirigió al robot asignado a las misiones del 'O Bahía' y del 'Nuevo Pepita'. "Dos desgracias; momentos durísimos".

Pero esto es otra historia. Bajo el catamarán hay hoy un desierto de arena negruzca, puro fango. De vida, sólo un rastro: agujeritos. "Es donde se meten los cangrejos angulares", señala sin quitar el ojo del plasma Ricardo Aguilar, director de investigación. Transcurren otros diez minutos de fango y agujeritos antes de que aparezcan novedades en pantalla. Dos: una bolsa y una lata de Cruzcampo. "El que se la bebió jamás se imaginó este momento de gloria", ironiza un fotógrafo. Ahí abajo no hay más que ver. Robot arriba. Nuevo destino.

La grabación es similar a las conseguidas el lunes entre los 30 y los 100 metros de profundidad marina frente a la Costa Noroeste. "Fondos de fango fino con ecosistemas pobres. Algún molusco o crustáceo pequeño. Es lo habitual en las desembocaduras como la del Guadalquivir", precisa Aguilar. Su descripción será corroborada por el material obtenido en las tres dragas que el 'Ranger' efectuará durante esta mañana, y también durante una segunda inmersión del ROV, pasado el mediodía.

Desde la cubierta del catamarán es posible distinguir claramente el perfil de la costa a ocho kilómetros de tierra firme: la torre de control del aeropuerto de la Base, Costa Ballena, los 60 metros de altura del faro de Chipiona. Pastor apunta que, de instalarse a esa distancia, los molinos se atisbarán desde la playa, lejanos, pero no cree que eso deba condicionar un plan "vital" de energía limpia.

El siguiente punto de estudio de la hoja de ruta está a dos kilómetros de Costa Ballena. Trece metros de profundidad. Es tarea para los cuatro buzos de la expedición. También son cámaras y fotógrafos profesionales, artistas del audiovisual submarino como Gorka Leclerq y Carlos Minguell, ganador de varios campeonatos mundiales. Los cuatro han pasado todo el día trasteando con sus aparatos y su material, hasta la hora de la inmersión. Abajo, dedicarán unos 60 minutos a examinar y documentar un espacio de lajas.

"¿Bonito?". "Bonito bonito... no. Pero muy entretenido", responde en cubierta Minguell mientras se seca. Las grabaciones y fotos, visualizadas por toda la tripulación, ofrecen un paisaje bien distinto del desierto fangoso. Lo describe en voz alta Aguilar: gorgonias; una urta; merillos; plisinas; ascidias, "un eslabón entre vertebrados e invertebrados". Además hay un pez de ojos saltones, bien camuflado, que no se asusta ante la cámara. La identificación del bicho se convierte en el reto de lo que queda de día para el científico.

Con dos tercios de su informe completos, la expedición pone rumbo a Chipiona. Xavier Pastor está satisfecho con el material cosechado. Lo remitirá a la UCA y lo dará a conocer a la opinión pública. En cubierta, explica que la Fundación "está obligada" a volcarse con las eólicas marinas "ahora que la industria camina por primera vez en treinta años en la misma dirección que los ecologistas".

Desde el espigón un chiquillo que está con otros dos pescando algo que hacer pregunta a gritos a los tripulantes que qué han visto en el fondo, mar adentro, que si hay pescado o que si hay algo, "que si esto sigue así le vamos a tener que echar el agua de la pecera a la sopa de mariscos, pisha". El jefe de buzos, Lanroyr, que es francés pero conoce Cádiz, sigue recogiendo su equipo con media sonrisa en la boca.

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