Caso de los 'bebés robados' Otra familia se suma a la cada vez más abultada lista de Cádiz

Caso 156: Agosto 1972, residencia Zamacola

  • Teresa tuvo a su hija a los ocho meses y medio de embarazo; nació viva, lloró fuerte y al día siguiente, le dijeron que murió

Jamás ha olvidado a esa enfermera "tan fría" que irrumpió a las tres de la mañana en la habitación 202 de la residencia Zamacola, en la que ella se encontraba, para decirle que su hija estaba muy grave y que le habían "echado ya el agua de socorro". Ella se echó a llorar. "No llores, que tienes otra hija", le dijo aquella enfermera "tan fría". ¿Cómo sabía que ella tenía otra hija?, se ha preguntado desde entonces una y otra vez. Ella, Teresa, la protagonista de lo que ella cree un nuevo caso de 'bebé robado', que en breve va a acudir a Fiscalía a interponer otra denuncia más y que se va a asociar a Anadir (la asociación de niños adoptados irregularmente que se ha puesto al frente de los numerosos casos que están surgiendo por toda España), se ha convertido en la madre del caso 156 de bebés nacidos vivos y cuyo fallecimiento comunican horas después a sus familiares en hospitales de Cádiz.

Durante años, su marido ha guardado silencio. Para no hacerle daño a ella, para no ahondar más en la herida que se le abrió aquella dramática jornada del 14 de agosto de 1972, 24 horas después de que hubiera dado a luz a su hija, cuando él le dijo que la pequeña, su segunda hija, había muerto. Ella le decía una y otra vez que se la habían quitado, que no podía haber muerto, que había nacido bien, muy rosita. Y que la matrona que la atendió en el parto ("seguro que ella no estaba implicada", apunta rápidamente ahora), le había dicho que la pequeña estaba bien y era preciosa. Que había pesado poco (2,2 kilos, porque nació a los ocho meses y medio), pero que saldría adelante sin problemas. Y él le decía: "Calla, era un feto".

Hasta que ahora, al surgir en cascada casos y más casos, ha pedido a su marido que le diga la verdad. Por sus otros cuatro hijos y por sus nietos. "¿Tú viste el cuerpo de la niña?", le preguntó. Y él le dijo que no. Y también que en la residencia le dijeron que era mejor que no viera a la niña y que ellos se encargaban de enterrarla. "Yo no lo entiendo, porque nosotros pagábamos el seguro", cuenta Teresa.

Se disculpa primero diciendo que no sabe cómo explicarse. Que le cuesta hablar. No es cierto. Las palabras tantos años guardadas en el corazón le salen a borbotones. Comienza su historia por la tarde del 12 de agosto de 1972, en su casa, en El Puerto (ahora vive en Puerto Real), cuando, estando bañando a su primera hija, comenzó a sangrar. Su madre avisó a una matrona que vivía enfrente, quien le recomendó que se fuera para Cádiz, a Zamacola. Allí ingresó, y a las siete y media de la mañana del día siguiente, 13 de agosto, tuvo a su hija. "Feto hembra viva, llora fuerte al nacer", recoge el historial médico que ha conseguido ahora. Durante ese día, toda su familia vio a la pequeña en el nido. Su marido, su madre, su suegra, su tía. Por la noche, ella se quedó sola allí, y de madrugada llegó la enfermera "tan fría" anticipando la tragedia.

Avisó a a su marido, y fue a él al que, al llegar, le dijeron que la pequeña había muerto. A ella no le dijeron nada. Y se indigna al recordar que ese mismo día 14, a las diez de la mañana, en su habitación entró otra persona "fría", un médico que, sin decirle nada a ella, sin explicarle qué había ocurrido, soltó a una enfermera: "A este mujer darle una inyección para que se le retire la leche y que se vaya para su casa".

Poco después, salió del hospital, sin papel alguno. Ahora 38 años después, los documentos que ha conseguido le reafirman en su convencimiento de que le robaron a su hija. Están plagados de contradicciones y "falsedades". El parte de defunción recoge que la niña murió a las tres horas de nacer, de insuficiencia cardiorrespiratoria, y que era de siete meses. En otro papel dicen que a ella le dieron el alta el día 15, un día después de que la mandaran para su casa, recetándole un tratamiento para la hemorragia que sufría del que se ha enterado casi cuatro décadas después. "A mí me echaron. Sin darme ni un papel y ningún medicamento. Y me tiré después casi tres meses sangrando".

Teresa ha conseguido además otro documento que a su juicio es más que revelador: el capellán del Hospital Universitario de Puerto Real le ha certificado que ha revisado el libro primero de bautismo de Zamacola (hoy hospital Puerta del Mar) y no consta ningún dato de que fuera bautizada una hija suya en agosto de 1972. Nada que pruebe que a su hija le "echaran el agua de socorro" como le dijo aquella enfermera "tan fría".

María, le dijo la enfermera que le pusieron por nombre a su pequeña, de la que siempre se acuerda, sobre todo, los 13 de agosto. "Hoy cumple años mi hija", ha venido diciendo desde hace 38 años a su familia y a sus más allegados. Siempre en presente. Nunca en pasado.

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