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Uno de nuestros acérrimos enemigos a lo largo de la historia ha sido la “pérfida albión” (Inglaterra), pero ha habido situaciones en la que por circunstancias concretas, hemos sido aliados, combatiendo sus “casacas rojas” junto a nuestros soldados. “Casacas rojas” es el apodo por el que se conocía a los soldados ingleses hasta mediados el siglo XIX, debido a que su uniforme se caracterizaba por una casaca de color rojo. Una de esas situaciones en la que tuvimos que aliarnos con ellos fue cuando las tropas napoleónicas invadieron nuestro territorio patrio. Una fuerza aliada hispano-anglo-portuguesa, a las órdenes del Duque de Wellington, los combatiría hasta derrotarlos.
Precisamente, en el marco de esta guerra de la independencia, este próximo 31 de agosto se conmemorará la efeméride de la batalla de San Marcial, que tuvo lugar en esta fecha de 1813 cerca de Irún, en el monte Aldabe, conocido por los iruneses como monte de San Marcial, que debe este apelativo a la batalla que tuvo lugar en ese mismo escenario el 30 de junio de 1522, día de San Marcial, en el marco de la guerra por el dominio del Reino de Navarra.
En síntesis, el 31 de agosto de 1813 tuvo lugar en este monte San Marcial una de las últimas batallas en la guerra contra los franceses, en la que nuestro 4º Ejército (de Galicia) desplegó en esta zona para cerrar una penetración de fuerzas francesas desde los Pirineos que tenía por objetivo enlazar con sus fuerzas que ocupaban San Sebastián, intentando romper con ello el cerco al que estaba sometida por los ingleses. El choque entre nuestros soldados y los franceses se decantó de nuestro lado, derrotándolos y obligándoles a retirarse a su territorio. Nuestra victoria en San Marcial supuso el fin de la ocupación francesa de Navarra y País Vasco.
El mismo día de esta victoria, los ingleses tomaron San Sebastián, ocupada por los franceses desde 1808. En junio de 1813, mientras el grueso del ejército napoleónico se retiraba camino de la frontera, un contingente francés se fortificó en San Sebastián. Las tropas inglesas la sitiaron, quedando la ciudad como una “isla francesa” en nuestro territorio.
Desde este momento y hasta la toma de la ciudad el 31 de agosto, se dieron, por ambas partes, los movimientos tácticos previos al combate. Mientras los franceses desalojaron a los afrancesados refugiados en la ciudad, invitaron a la población a evacuarla, fortificaron el convento de San Bartolomé e incendiaron las casas extramuros, los ingleses fueron cerrando el cerco y posicionando su artillería.
Tras un asalto fracasado el 25 de julio, el llevado a cabo en la madrugada del 31 de agosto tuvo éxito, penetrando los ingleses en la ciudad y obligando a replegarse a las tropas francesas hacia el Castillo, donde resistirían hasta su rendición el 8 de septiembre.
Tomada la ciudad, a falta de reducir a los franceses confinados en el castillo, los ingleses saquearon e incendiaron las viviendas, violaron a las mujeres y asesinaron a un porcentaje de la población local que dio lugar a que el censo de habitantes quedara reducido casi un 50%. El saqueo duró seis días y medio, salvándose del incendio sólo las dos parroquias y treinta y cinco casas situadas en la calle Trinidad, que por tal motivo en la actualidad lleva el nombre de 31 de agosto. Estas casas no fueron quemadas porque servían de alojamiento para los oficiales ingleses durante el ataque al Castillo.
Hoy en día, dos placas recuerdan este crimen de guerra, una en la entrada de la calle San Jerónimo, y otra que fue descubierta el 31 de agosto de 1963 por el embajador del Reino Unido en el patio de armas del Castillo. San Sebastián fue la última de las tres ciudades españolas que durante la Guerra los ingleses asediaron y saquearon después de “liberarlas” de los invasores franceses. El primer saqueo fue el de Ciudad Rodrigo en enero de 1812, el segundo en Badajoz en abril de ese mismo año. El patrón fue siempre el mismo: asedio, asalto y ocupación de la ciudad, tomados prisioneros los soldados franceses, saqueo de la ciudad y atrocidades contra la población local.
Los casacas rojas que vinieron a nuestra nación como aliados para derrotar al invasor francés, en general tuvieron una actitud de desprecio hacia nuestra población civil, a la que infringieron un trato más cruel que los franceses. De ahí mi animadversión a estos casacas rojas, a los que también podríamos llamar con el apodo de los coloraos, como así se conoce a los casacas rojas que quisieron tomar Almería en 1824.
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