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Tribuna

Ignacio silva

Presidente y consejero delegado de Deoleo

La responsabilidad debe ser compartida

No debemos olvidar que solo con un sentido compartido de la responsabilidad podremos garantizar una recuperación segura, sostenida y, en la medida de lo posible, temprana

La responsabilidad debe ser compartida La responsabilidad debe ser compartida

La responsabilidad debe ser compartida / rosell

Todo parece indicar que, poco a poco, vamos superando los momentos más críticos de la emergencia sanitaria, pero todavía debemos ser muy prudentes. Los esfuerzos siguen enfocados en gestionar la pandemia y minimizar el posible efecto de una segunda oleada. Y cada vez son más los interrogantes sobre cuál va a ser el impacto real en la economía, los consumidores y el tejido empresarial, no solo a corto, sino también a medio y largo plazo, porque está claro que esta situación va a tener un efecto transformador. Nos va a cambiar a todos.

Si miramos al sector del aceite de oliva, una de los productos más arraigados en nuestra cultura e identidad, lo cierto es que no podremos definir el impacto de esta situación hasta dentro de unos meses. Las valoraciones sobre el consumo en las últimas semanas dan alguna pista, pero pueden conducirnos a conclusiones precipitadas y excesivamente simplistas. A primera vista, la foto muestra cómo, con el sector HORECA (Hoteles, Restaurantes y Cafeterías) totalmente paralizado, solo parte de las ventas han llegado igualmente al consumidor final a través del canal de distribución moderna.

La necesidad humana de percibir cierta seguridad y control ante la total incertidumbre vivida entre febrero y marzo llevó a los consumidores a realizar acopio de productos básicos en un cortísimo periodo de tiempo. Es algo de lo que todos fuimos testigos. Después, el confinamiento y la mayor conciencia sobre las medidas de seguridad modificaron un hábito tan integrado en nuestra rutina como es hacer la compra.

Durante las últimas semanas, hemos reducido el número de visitas a los supermercados, pero hemos aprovechado cada una de ellas para comprar más de lo habitual, sobre todo, productos no perecederos.

En el caso concreto del aceite de oliva, la evolución del precio también ha contribuido a impulsar el aumento de la demanda. De media, disminuyó un 4,5% en los principales países consumidores durante el primer trimestre del año.

Nielsen -firma especializada en investigación de mercados- confirma que, entre enero y marzo, el aceite de oliva era adquirido por los consumidores casi al tiempo que el producto llegaba a las superficies comerciales. Lo normal es que se produzca cierto decalaje entre la cantidad de aceite que los productores distribuyen a los puntos de venta y la cantidad que es adquirida por los consumidores. Esto genera un excedente que las superficies comerciales almacenan como stock y que ofrece cierta flexibilidad. Sin embargo, la situación excepcional de las últimas semanas ha exigido a la industria mayores esfuerzos de producción y distribución para poder satisfacer la demanda.

Probablemente, las familias hayan adquirido más aceite del que hayan podido consumir, por lo que las reservas en los hogares serán altas en este momento, lo que sin duda afectará al consumo retail en las próximas semanas. Además, queda por ver el impacto de la crisis en las economías domésticas y la confianza de los consumidores.

La situación está siendo muy exigente para todos: para los ciudadanos, para miles de empresas, pymes y autónomos que han visto paralizada su actividad, y también para aquellos que han tenido que hacer un gran esfuerzo, reorganizando sus recursos y adaptando su operativa, para poder garantizar las necesidades básicas de los ciudadanos a pesar de las dificultades por la volatilidad e incertidumbre del entorno. La industria del aceite de oliva ha tenido que actuar rápido para adaptar su producción y logística a las exigencias del entorno, al tiempo que diseñábamos y adoptábamos estrictos protocolos de salud y seguridad. Es una labor que ha supuesto un gran esfuerzo humano y económico, pero es parte de nuestra responsabilidad como proveedores de bienes esenciales.

No debemos olvidar que solo con un sentido compartido de la responsabilidad podremos garantizar una recuperación segura, sostenida y, en la medida de lo posible, temprana. Todos debemos seguir remando en la misma dirección.

Las empresas, mientras anticipamos cómo seguir adaptándonos a los cambios que se avecinan, debemos poner todos los recursos disponibles para que nuestros profesionales, clientes y colaboradores se sientan seguros y protegidos en el proceso de desescalada. Aparte del impacto económico, esta crisis tiene también coste psicológico y emocional muy elevado.

Son las empresas, los trabajadores y consumidores los que, con su esfuerzo y compromiso, harán posible la recuperación económica del país. También desde las instituciones se deben seguir garantizando estructuras y ayudas económicas que aporten a los agentes económicos y sociales los recursos necesarios para poder afrontar el futuro. La responsabilidad debe ser compartida.

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