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Tribuna

Francisco núñez roldán

Historiador

Una prensa libre

Los ciudadanos honrados esperan que la prensa de siempre, la que históricamente ha jugado un papel de contrapeso al poder, siga ejerciendo ese papel

Una prensa libre Una prensa libre

Una prensa libre / rosell

En el siglo XVII nació en España el arte de la información como propaganda al servicio de la monarquía absoluta. Las Cartas de Almansa o los Avisos de Barrionuevo, literariamente livianos, aparecieron como un género para dirigir y encauzar la conducta de los súbditos en un tiempo de crisis social, política y económica, cuando el poder de la monarquía parecía haberse debilitado a causa de la presión aristocrática, de la debacle económica y de los enormes problemas de la política exterior.

En paralelo a esa literatura apologética surgió espontáneamente un género distinto y opuesto en sus intenciones, el de la sátira política, situado en la prehistoria del periodismo político. En palabras del profesor Teófanes Egido, esta sátira, como expresión de la oposición al poder, nace "en la ladera de la oposición a los gobernantes". Más que al rey, ataca a sus ministros y consejeros. La sátira política, en forma de panfletos o de una poesía muy elaborada para la ocasión como la de Quevedo o Villamediana, daba voz a los sin voz, a los descontentos y a las quejas. A juicio de Egido estas piezas satíricas, entrañan un fondo palpitante de tristeza, resentimiento e ira. Popularizando el género mediante el pasquín y la copia, los autores de la sátira, pretendían movilizar al pueblo contra quienes le oprimían.

La poesía en su versión satírica política evolucionó hasta convertirse en el siglo XIX en periodismo satírico, cuyo éxito alcanzó entre 1868 y 1874 cotas nunca vistas en un período de libertad de expresión. El florecimiento tuvo que ver con el triunfo revolucionario casi pacífico, la larga y patética búsqueda en el extranjero de un nuevo rey, la renovada guerra civil impulsada por el carlismo, el gobierno en precario de ese rey y la esperpéntica etapa republicana, materia abundante para la crítica como afirma Antonio Checa. La Charanga y El Clarín en Sevilla; el Antón Perulero, en Cádiz; El Cencerro, en Córdoba; El Diablo verde, en Jerez, fueron muestras andaluzas de aquella eclosión. Ese género desenfadado perdió vigor con los años y en el siglo XX, tras el fracaso de La Codorniz, El Jueves y Hermano Lobo, ha sido desplazado por el humor gráfico, el chiste, el monólogo, etc. que ni son periodismo, ni siempre son ejemplo de independencia.

En estos momentos de desconcierto, de crisis general, en los cuales peligra la democracia, la libertad, el derecho, la verdad, y la concordia social; en estos momentos en los cuales el poder gubernamental es intolerante con los tolerantes y tolerante con los intolerantes, calumnia y agrede a la oposición parlamentaria, presiona a la judicatura, manipula desde los medios, atemoriza a los ciudadanos responsables, promociona la discordia y el enfrentamiento político hasta extremos nunca vistos; en estos momentos, es urgente salir a combatirlo con las armas de la razón, las únicas posibles en una democracia liberal.

Una de las armas es la prensa libre y políticamente independiente, no la que dice pomposamente serlo. Secuestrada y erosionada la democracia real, sustituida por la amenaza, la chulería, la chabacanería y el insulto de quien, constituido legítimamente en poder, se ha apropiado de él ilegítimamente, es una obligación cívica que la prensa se manifieste contra cualquier tentación tiránica. Los ciudadanos honrados esperan que la prensa de siempre, la de papel y también la digital, la prensa equidistante, la que históricamente ha jugado un papel de contrapeso al poder, siga ejerciendo ese papel en su nombre.

Es necesario el renacimiento de la ironía, del sarcasmo y de la sátira, los instrumentos de la inteligencia y del humor puestos al servicio de la opinión pública contra un poder ensoberbecido, que está fuera de la realidad de las cosas cotidianas. Es verdad que los gobiernos siempre tienen bufones y ahora más que nunca, amén de una masa de militantes sectarios y fanáticos, sin los cuales pierde presencia entre las clases populares, esa masa maleable y accesible, la más alejada de la ecuanimidad y de la cordura.

Que el poder tenga bufones identificados no nos impide defender que la prensa libre sigue siendo una imperiosa necesidad democrática, una prensa que como en su día falló el tribunal supremo norteamericano, no debe estar al lado de los gobernantes sino de los gobernados. Una prensa que pueda denunciar ahora, como lo hizo Las siete plagas, en abril de 1870, que "El orden: no está presente / El progreso: no ha venido / Los derechos: ya se han ido / La libertad: está ausente".

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