La tribuna

Una oportunidad para la paz

Una oportunidad para la paz
Manuel Chaves - Ex Presidente De La Junta De Andalucía

El pasado lunes se firmó en Egipto el llamado Acuerdo de paz que ha puesto fin a la “guerra” de Gaza. Después del genocidio de más de 60.000 gazatíes muertos, este acuerdo inicia, en palabras del presidente Trump ante el parlamento israelí, una “era dorada para Israel y el Oriente Medio”, aunque no sabemos si esta “era dorada” incluirá también a los palestinos. Muchos analistas consideran, con razón, que el Acuerdo supone una rendición y capitulación de Hamas pero, en mi opinión, es también un acuerdo impuesto en gran medida a Netanyahu y a su gobierno de ultraderecha, nada satisfechos con el parón, al menos temporal, a su estrategia de guerra y ocupación del territorio palestino. Los puntos del alto el fuego incluidos en el Acuerdo (detención de la guerra, intercambio de rehenes judíos y prisioneros palestinos, ayuda humanitaria y retirada parcial de los soldados israelíes) representan un primer paso importante que abre el camino a la posibilidad de una paz duradera entre palestinos e israelíes.

Es cierto que el alto el fuego firmado está fijado con “alfileres” lo que nos trae al recuerdo los dos intentos anteriores de alto el fuego (noviembre de 2023 y enero de 2025) que terminaron en un frustrante fracaso. Pero quiero creer que las condiciones han cambiado y pueden hacer posible un alto el fuego estable y duradero. El presidente Trump no es un hombre de paz ni un pacificador, pero si es consciente de que el genocidio de Gaza ha provocado un estado de ansiedad en la mayoría de la población mundial y que la opinión pública de los Estados Unidos, incluida una buena parte de los electores republicanos así como la mayoría de los judíos estadounidenses, no estaban de acuerdo con lo que estaba sucediendo en Gaza. Con el Acuerdo de paz, Trump intenta cambiar el relato de lo sucedido en el que tanto él como Netanyahu aparecen como los responsables de la masacre. Trump tiene razones económicas, políticas y personales para que su propuesta de alto el fuego y de paz salgan adelante. En noviembre del próximo año se celebran en Estados Unidos las elecciones de “medio mandato” (mid-term election) al Congreso y a los gobiernos de varios estados; unos resultados favorables al partido republicano consolidarían el proyecto político autoritario de Trump. Éste es un empresario que puede invertir en la prevista reconstrucción de Gaza. Pero además es un narcisista arrogante que quiere pasar a la historia como el gran hacedor de la paz en Oriente Medio –“ la era dorada de Oriente Medio”– y tratará de impedir que alguien, incluido Netanyahu, impida ese momento de gloria. Trump habrá aprendido que las expectativas creadas por los Acuerdos de Camp David (1978 y 2000) y de Oslo (1993 y 1995) no condujeron a la paz en Oriente Medio. No obstante, seamos más optimistas esta vez.

Los 20 puntos del Acuerdo firmado en Egipto contienen las claves para una paz duradera en la zona (la creación de un gobierno temporal de transición; un plan de desarrollo económico para reconstruir y dinamizar Gaza; la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización y abrir una “vía creíble hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino). Pero son puntos que, al igual que otros contenidos en el Acuerdo adolecen de vacíos y zonas grises que dificultarán la negociación y exigirán mucha diplomacia, y sobre todo voluntad política para llegar al final. A pesar de sus carencias y de los incidentes que surgirán a lo largo de su negociación, el Acuerdo es una oportunidad más a lo largo de un conflicto que dura desde la independencia de Israel en 1948; una oportunidad que nace después de más de 60.000 víctimas de esta guerra y que compromete al presidente de los EE.UU, a los estados promotores del Acuerdo y, en definitiva, a toda la comunidad internacional.

Este Acuerdo representa también la gran oportunidad para afrontar el punto esencial para la paz: la cuestión de los dos estados; por ello, el Acuerdo debería involucrar a representantes palestinos. Shlomo Ben Ami, político e historiador judío, señala que “Israel se tiene que resignar a la idea de que no existe una solución militar al conflicto que no sea temporal”. Es cierto, solo la paz y la convivencia entre judíos y palestinos podrá garantizar la seguridad de Israel que tanto invocan sus dirigentes. Porque el problema de fondo es que desde 1948 existe un conflicto entre dos pueblos con más de siete millones de habitantes cada uno, que viven entre el río Jordán y el mar Mediterráneo y, a menos que se logre un acuerdo político que ponga fin a la ocupación israelí y a la creación de dos estados, el conflicto continuará y la guerra no terminará (Ami Axalon).

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