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Tribuna

josé maría campos

Instituto de Estudios Ceutíes

La inmigración ilegal y las concertinas

La inmigración ilegal y las concertinas La inmigración ilegal y las concertinas

La inmigración ilegal y las concertinas / rosell

La inmigración ilegal procedente de regiones subsaharianas y es un problema que afecta a Marruecos, Europa y España, pero dentro de esta última, sobre todo a Ceuta y Melilla, que ejercen de muro de contención por tierra. Los inmigrantes, sin embargo, no tienen como destino definitivo Marruecos y por eso los montes cercanos a Ceuta, en la carretera de la costa hacia Tánger, están llenos, sobre todo de africanos que desean asaltar la valla fronteriza o pasar el Estrecho de Gibraltar hacia Andalucía. Y estos miles de inmigrantes sobreviven sin cobijo estable, solo esperando la mejor ocasión.

Marruecos colabora con la Unión Europea para impedir el paso a esos miles de hombres, mujeres o niños y, por eso, cualquier decisión que afecte a la seguridad de la frontera de Ceuta debe ser consensuada previamente, porque Marruecos dedica muchos efectivos a garantizar, dentro de lo posible, la inviolabilidad de los accesos tanto por tierra como por mar.

Por eso, cuando desde España se realizan declaraciones sobre eliminar concertinas en la frontera de Ceuta, esas peligrosas alambradas que contienen pequeñas cuchillas, se está anunciando una decisión que concierne a los dos países, España y Marruecos, ya que este último podría encontrarse con dificultades accesorias para controlar los tráficos de inmigración citados. Y, desde luego, la Unión Europea se vería de una u otra forma afectada. Los peligrosos elementos o concertinas, aprobadas por primera vez como elementos disuasorios por el presidente Zapatero en 2015, pueden eliminarse si se aceptan las consecuencias, pero lo lógico habría sido negociarlo antes con Marruecos y la Unión Europea. Puede que la última avalancha de pateras que cruzaron el Estrecho transportando muchos más inmigrantes que el ya célebre Aquarius y saturando todas las instalaciones y medios del sur de Andalucía -ocurrida después de las citadas declaraciones sobre las concertinas- fueran una advertencia por la falta de diálogos previos. Y añadir que esas alambradas que jalonan la valla de separación entre Marruecos y España fueron colocadas como elementos disuasorios según queda dicho, porque no sería lógico pensar que los sucesivos gobiernos españoles que colocaron o mantuvieron las concertinas lo hicieran para causar heridas a nadie.

El tema de la inmigración africana hacia Europa es complejo, ya que afecta a muchos países, según estamos comprobando últimamente, y conceptos como mafias, efecto llamada, sanidad, políticas de inmigración sin coordinar, atención al inmigrante después de pasar a Europa, menores no acompañados, mercado laboral y otros, deben ser tenidos en cuenta. Y respecto a la frontera de Marruecos con Ceuta, es imprescindible que cualquiera que pretenda opinar sobre el asunto se desplace a esta última ciudad y, además de con los políticos de turno, cambie impresiones con los ciudadanos, porque ellos describirán mejor y sin complejos la realidad de una situación que puede convertirse en insostenible.

Ya en 1996, con Aznar en el Gobierno y ante el descontrol de la frontera en Ceuta, España tuvo que recurrir al Ejército para que colaborara con la Guardia Civil en la vigilancia del perímetro fronterizo y fuerzas de Regulares y la Legión fueron desplegadas en la zona. Posteriormente ya en 2005 y ante nuevos incidentes, el Gobierno de Rodríguez Zapatero volvió a desplegar un contingente de al menos 720 hombres de los mismos cuerpos, para colaborar con la Guardia Civil que se vio desbordada. Por su parte, Marruecos aportó en su territorio 1.600 efectivos con el mismo propósito. Esto da idea de la gravedad del asunto en una época todavía sin concertinas.

Pero si España sigue marcando por libre la política migratoria sin contar con Marruecos, Ceuta, desbordado su Centro de estancia temporal de Inmigrantes (CETI), puede convertirse en una nueva Lampedusa, con el agravante que la Unión Europea está desatendiendo las demandas de comparecencia ante los ciudadanos ceutíes. Y el gobierno local, tradicionalmente, no defiende que los inmigrantes ilegales puedan trasladarse desde Ceuta a la Península, igual que se mueven dentro de ésta.

Menos mal que el flamante Ministro del Interior Grande-Marlaska parece haberse dado cuenta de la precipitación de sus declaraciones y, después de entrevistarse en Rabat con su homólogo marroquí, ha declarado que la posible retirada de las concertinas "es una cuestión de fronteras y las fronteras son entre dos países" y añadió que, en cualquier caso, la alternativa garantizará "el mismo nivel de seguridad". También el ministro de Asuntos Exteriores, José Borrell, se expresó en Rabat en el mismo sentido, con lo que la aceptación por España de que cualquier decisión o anuncio sobre las fronteras de Ceuta y Melilla deben consensuarse con Marruecos, ha sido clara y terminante.

Porque la siguiente perjudicada después de Ceuta por la falta de diálogo y negociaciones con Marruecos antes de anunciar medidas sobre la inmigración ilegal, iba a seguir siendo, sin duda alguna, Andalucía.

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