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La Hispanidad: de viejos mitos a nuevas metas
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Junto con la que fue consejera de Hacienda, señora Aguayo, el ex presidente socialista de Andalucía, señor Griñán, ha publicado un artículo para defender el pacto firmado entre Izquierda Republicana de Cataluña y el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC). Como se sabe, el meollo de ese pacto consiste en reclamar para el Gobierno catalán la potestad de recaudar y administrar todos los impuestos relacionados con Cataluña. Según Griñán, “nuestros constituyentes dejaron abierta la configuración territorial a partir de una asimetría fundacional cuyo desarrollo, de abajo arriba, habría de producirse a través de los respectivos Estatutos de las comunidades”. Siguen los autores diciendo que esos Estatutos se negociarían “bilateralmente” entre la Autonomía correspondiente y las Cortes Generales. Concluyen, pues, que la bilateralidad y la singularidad estuvieron presentes desde un principio en la configuración de la España autonómica.
Uno podría argüir que, teniendo la condición de leyes orgánicas, las propuestas de Estatutos de Autonomía siempre han estado supeditadas a las correcciones que les impusiera el Congreso. Y buena prueba de ello es el propio Estatuto de Autonomía catalán promovido durante la etapa del presidente socialista Maragall. Supongo que los articulistas no habrán olvidado el “cepillado” al que los sometieron los diputados, capitaneados por el mismo Alfonso Guerra que tanta importancia tenía en las filas socialistas. También supongo que no le atribuirán, ni a los muchos diputados socialistas que se sumaron al cepillado, la catalanofobia que presuntamente padecemos los que oponemos al concierto catalán.
En esa línea cabe preguntarse, si Griñán y Aguayo llevan razón, contra quién la llevan. Pues resulta obvio que siempre que hay un debate antagónico, como el del concierto catalán, cualquiera que pretenda llevar razón la llevará contra la otra parte. Y, si la memoria no me falla, los dirigentes socialistas andaluces sostenían la tesis justamente contraria a la de Griñán y Aguayo cuando se discutió la vía de acceso de Andalucía a la autonomía. Creo recordar que por entonces decían que los andaluces no eran más que nadie, pero tampoco menos que nadie, por lo que les resultaba inaceptable la propuesta de UCD de establecer una diferencia entre el modo de autonomía catalán y el andaluz. Y gracias a que se opusieron a la asimetría entonces defendida por los centristas, los socialistas lograron una duradera hegemonía en Andalucía. En suma, que, si Griñán y Aguayo llevan razón, la llevan contra sus propios antecesores. Y así cabe también deducirlo de las intervenciones en ese tema del ex presidente Borbolla, del ex secretario de UGT Méndez y del propio Felipe González. Parece que a tan eximios socialistas no les gusta la asimetría, que solo es un eufemismo de la desigualdad.
Con todo, en un aspecto coincido plenamente con Griñán y Aguayo. Afirman ambos que, si el concierto catalán (lo llaman singularidad, pero ya sabemos que ese término es un significante vacío) conduce a una España confederal, entonces ya existe esa confederación en el caso del cupo navarro, del vasco y de la financiación de Canarias. Les haré el favor de omitir la referencia a Canarias, que nada tiene que ver con el concierto vasco, ni con el navarro. Pero concuerdo en que estos dos últimos tienen un claro aroma confederal, al menos en lo que se refiere a la faceta fiscal de la soberanía. De hecho, el presidente vasco Pradales acaba de declarar que respeta lo que el Gobierno catalán pueda pactar con el español (él lo llama el Estado) porque no le gustaría que nadie ajeno se metiese en los asuntos vascos. Y, por si no quedase suficientemente claro, ha añadido que espera que una de las próximas modificaciones de su Estatuto de Autonomía consista en reconocer el carácter nacional del País Vasco. En ese tema cuenta con el firme apoyo del señor Otegui, antiguo dirigente de ETA. Así que, en efecto, varias formaciones políticas vascas aspiran a confederarse, un privilegio del que ya gozan en materia fiscal.
En mi opinión, España se encuentra en un punto decisivo de bifurcación: los españoles estamos conminados a elegir entre trasformar el Estado de las Autonomías en un Estado federal, manteniendo la soberanía única del pueblo español, o transformarlo en un Estado confederal, distribuyendo la soberanía española entre varias naciones (según el ex ministro Iceta, ocho o nueve). Si el concierto catalán sigue adelante, la senda a la confederación sería imparable; si el concierto catalán no se materializase, se abriría la posibilidad de una España federal en la que quedase clara la lista de competencias intransferibles a las comunidades. Y en ese caso lo lógico sería incorporar al País Vasco y a Navarra al régimen común federal. En el nuevo estado federal no cabrían las asimetrías, vale decir las desigualdades congeladas. Frente a los derechos históricos, primarían la confianza en la razón y el afán de justicia. Y, como mi patria no es ningún partido, ni ninguna región, sino España, yo prefiero un futuro federal.
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