Tribuna

Juan José Ruiz

Catedrático de Universidad jubilado

El gran sofisma

El gran sofisma El gran sofisma

El gran sofisma / rosell

El diccionario de la Real Academia define sofisma como razón o argumento falso con apariencia de verdad. En España oímos a los independentistas catalanes, prácticamente todos los días, repetir machaconamente consignas como "libertad para los presos políticos", "votar no es un delito", "derecho a decidir" y un largo etcétera, todo ello adornado con lazos amarillos y con banderas de la comunidad autónoma modificadas con una estrella de cinco puntas. Los independentistas dicen que tienen un mandato del pueblo catalán, democráticamente expresado en las urnas. Todo esto, ya desgraciadamente enraizado en buena parte de la ciudadanía catalana, no es otra cosa que un gran sofisma del que les va a costar mucho salir, porque las razones se han convertido en sentimientos y con estos es casi imposible razonar.

Se atribuye a Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, la frase una mentira mil veces repetida se convierte en verdad, pero la mentira repetida no produce una verdad, aunque sí genera una convicción, que es lo que pretenden muchos independentistas catalanes que, por cierto, nunca han escondido su estrategia. Ya a finales de los años setenta, los militantes de Convergencia Democrática de Cataluña, partido que en 2016 se refundó con el nombre de Partido Demócrata Europeo Catalán, PDeCAT, coreaban en una manifestación aquello de "Avui paciencia, demá independencia" (Ahora paciencia, mañana independencia) ante la atenta mirada -hacia otro lado- de los sucesivos gobiernos centrales.

Si en España se juzgaran las opiniones políticas ¿no deberían estar en el banquillo de los acusados todos los charlatanes mesiánicos del independentismo? Y si no lo están, será porque en España no se prohíben las ideas, ya que la libertad de opinión está amparada y garantizada por la Constitución. Por tanto, los que están siendo juzgados no lo son por lo que piensan, sino porque, con sus actuaciones, han infringido las leyes. Y todo esto tiene un nombre: la política fuera de las leyes emanadas de un parlamento democrático se llama dictadura. No nos engañemos.

Los políticos presos dicen no haber vulnerado ninguna ley -todos los imputados dicen lo mismo-, pero ya se les advirtió en su día, por activa y por pasiva, y nada menos que por el Tribunal Constitucional en repetidas ocasiones, que lo que querían hacer era ilegal. A pesar de todo, lo hicieron, amparados en la creencia o justificación de que las leyes no pueden ir contra el pueblo. Pero es que, precisamente, es el pueblo, a través de sus representantes legítimos, los que han promulgado esas leyes. Por tanto, se equivocan y, en mi opinión, lo saben.

Y derecho a decidir ¿qué? ¿Tienen derecho a decidir los habitantes de una comunidad autónoma la independencia del resto del Estado, infringiendo así la Constitución? ¿Y qué límites geográficos tendría esa independencia? Es decir si, por ejemplo, en la provincia de Barcelona fuera mayoritario el no a la independencia, ¿tendría que aceptar un resultado contrario a su deseo? ¿Tendría derecho a separarse del resto de la comunidad? Si en España se hiciera un referéndum para linchar o no a algunos delincuentes por delitos de terrorismo o de pederastia y saliera que, ¿qué habría que hacer? ¿Infringir las leyes y cumplir ese "mandato democrático"?

Es totalmente lícito que en el programa electoral de un partido figure una intención política contraria a lo establecido por las leyes en vigor y, por tanto, su intención sería cambiar dichas leyes. Pero de ahí a que si ese partido gana las elecciones esté legitimado democráticamente a saltarse las normas, va mucho trecho. Tanto como va del acatamiento de las leyes al golpe de Estado para saltárselas.

Se supone que los dirigentes de los partidos son personas inteligentes y saben todo esto, por lo que la única explicación que tienen sus declaraciones es que hablan para una mayoría de la sociedad a la que consideran inculta y poco informada. No, señores políticos, no pretendan engañarnos, no somos tan tontos.

Los independentistas llevan muchos años sembrando mentiras gratuitamente. Dicen que quieren dialogar, pero el "diálogo" consiste en que el Gobierno central de turno acepte incumplir una Constitución que ha jurado cumplir y hacer cumplir.

La falta de reconocimiento hacia la legitimidad constitucional es uno de los dos aspectos de un golpe de Estado. El otro es la violencia y aunque no hayamos visto esgrimir armas de fuego, el acoso de algunos independentistas a los que no piensan como ellos, la no independencia de los medios de comunicación públicos y privados que controlan, el intento de manipular la historia, y la inadmisible propaganda en las escuelas, son formas de violencia y hay muchas pruebas documentadas de ello.

Como dijo el dramaturgo alemán Bertolt Brecht: "¿Qué tiempos serán los que vivimos, que hay que defender lo obvio?".

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