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Tribuna

Javier González-Cotta

Escritor y periodista

Turquía, año 1

Turquía, año 1 Turquía, año 1

Turquía, año 1

Decía el bardo que el tiempo mira al tiempo y lo devora. Lo mismo en Oriente que en Occidente. No importa si es el tiempo del calendario gregoriano o el de la hégira musulmana. Aquí y allá el tiempo pasa devorándose a sí mismo. Se cumple ahora justo un año de la sangrienta asonada militar ocurrida en Turquía. Bienvenidos pues a Turquía, Año I.

En la noche del 15 de julio de 2016 veíamos por televisión las morbosas imágenes del golpe en Turquía. Todo parecía discurrir como una secuencia de ficción. El puente sobre el Bósforo tomado por carros blindados. Cazas sobrevolando la negra noche sobre el estrecho que divide Europa de Asia. Ráfagas de lisérgicas luces que caían del cielo. Disparos y esquirlas de metralla. Civiles saliendo a las calles con banderolas y brazos al viento. Explosiones tremebundas en el complejo presidencial de Ankara. El presidente Erdogan, serio y cerúleo, saliendo vivo de su hotel de descanso en la turística Marmaris.

Coincidiendo con los protocolos que se llevan a cabo a modo de colectiva memoranza, la TRT World ofrece ahora imágenes impactantes sobre lo que fue la larga noche turca (entre ellas las de algunos de los 249 muertos que trajo consigo el truncado golpe). Más allá del propagandismo oficial, cuesta creer a quienes siguen insinuando que el avieso presidente Erdogan lo concibió todo como un autogolpe para reforzar su poder, legitimar las purgas venideras y el viraje represivo que la hora después de la asonada ha desatado en Turquía en el ejército, el funcionariado y la judicatura.

Durante todo un año el efecto purgante nos ha parecido desmedido (psicopático a veces). No obstante lo dicho, la ojeriza que se le tiene a Erdogan y al Gobierno legítimo islamista en los medios españoles ha hecho que el mismo nombre de Turquía lo asociemos casi siempre a la crítica de manual y a la sorna sobre un país que, visto lo visto y leído lo leído, parece haber entrado en fase manicomial.

En los últimos meses sólo leemos noticias sobre la Turquía de grueso titular y nada sobre la otra Turquía alterna que vive normalmente eso que llamamos rutina. Terrorismo aparte, se nos habla del fin de la laicidad y del estilo de los llamados "turcos blancos". Se hace mofa del influyente y barbudo imán Ahmet Mahmut Ünlü cuando éste critica el abyecto juego del ajedrez y lo compara con comer cerdo. Se reitera una y otra vez el acoso que viven la prensa y ciertas letras turcas (el caso de la encarcelada escritora Asli Erdogan). Se enfatiza la tunda que propició la policía en Estambul contra las manifestaciones del Día del Orgullo Gay. También se habla del fin de la enseñanza de la teoría de Darwin en las escuelas públicas y la introducción del pensamiento religioso acerca del origen del mundo. A veces, por aquello de distraer un poco, nos enteramos de noticias algo chuscas, como el misterioso robo de joyas y dinero que se produjo hace poco en el Instituto Cervantes de Estambul.

Sobre Erdogan la gavilla de tics y tópicos nos lo presenta como el cuarto careto del peligroso populismo mundial (Trump, Putin, Kim Jong Un ). Con su gesto agrio y su mostacho al viejo estilo turco, lo mismo leemos de él que apela a la reinstauración de la pena de muerte, que dice ahora que no entrar en la UE sería un alivio para Turquía, o que pide que se elimine la palabra Arena de los grandes estadios deportivos porque la arena remite al circo de los romanos donde las fieras devoraban a los inocentes.

Uno se pregunta si no hay otra Turquía no tan hosca, a la que se le está juzgando a base del todo por la parte. Difícilmente nos enteramos de que Turquía ha donado 4,4 millones de dólares en medicinas para paliar la pandemia de cólera que asola al Yemen (país que vive una guerra civil que no interesa a nadie y que desde 2014 arroja más de 10.000 muertos). La Media Luna Turca también ha enviado 24 toneladas de fármacos para paliar la misma enfermedad en Somalia. Por su parte el PIB turco, pese a las consecuencias del golpe, ha aumentado al 5% a primeros de 2017.

Más divertido nos parece conocer que Turquía es el destino favorito para todos los españoles que buscan hacerse un injerto de pelo contra la calvicie (Turquía, destino para calvos). Y curioso nos resulta saber que las teleseries turcas triunfan en Latinoamérica y en los países árabes de Oriente Medio y el Golfo Pérsico (de hecho los turistas árabes visitan los lugares de Turquía donde se filman las teleseries y el estilo de vida de los actores a los que quieren imitar: gastan además de media diez veces más que el turista occidental).

La lista de lugares turcos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco no deja de crecer. Si queremos viajar hasta ellos hemos de saber que Turkish Airlines es la segunda mejor compañía aérea europea tras Lufthansa y después de seis años seguidos de haber ocupado la primera posición.

Por todo ello, a propósito de las purgas que sufre el país, pues podríamos nosotros aprender también a purgar las noticias que nos llegan sobre Turquía.

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