Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Tribuna

Alberto Guallart

Profesor de Filosofía

Gabriel

Junto al misterio de iniquidad y a esa desnuda crueldad de la que somos capaces, hallamos también este misterio de generosidad de unos padres sin rencor

Gabriel Gabriel

Gabriel / rosell

En Coripe hay una encina enorme, el Chaparro de la Vega la llaman en la zona, de 13 metros de alto y treinta de diámetro. Hay quienes le calcula al árbol una edad de entre trescientos y quinientos años. Un monumento natural en plena sierra de Algodonales que impresiona verlo de cerca. Recientemente, sin embargo, Coripe ha estado en boca del país por una costumbre menos centenaria que sus encinas y mucho menos noble también, tal cual es la quema durante el Domingo de Pascua de un pelele; un monigote de trapo que representa a un individuo real y concreto sobre el que (una parte) la vecindad, junto a curiosos excursionistas foráneos, desfoga su rencor y su odio. Le llaman Judas al muñeco, pero lejos de ser éste la encarnación o paradigma de un mal o de un malo genéricos, se trata de la ejecución en efigie de personas cuyo comportamiento, según los jueces populares de turno, merecen el manteo y el ajusticiamiento públicos. Precisamente, este señalar a gente concreta para lincharlas es lo que nos hace la fiesta muy antipática. Popular y centenaria quizás, pero desagradable.

El Pero Palo de la Vera extremeña, por ejemplo, representa a un ladrón que, in illo tempore, y del que además nadie recuerda ya filiación ni apellidos, atormentaba con sus fechorías y hurtos a los labriegos comarcanos. El Pero Palo es el ejemplar infame. Las llamas falleras o las hogueras alicantinas, por su parte, buscan la regeneración a través del fuego purificador. El mundo a comienzos de la primavera -con el invierno de derrota- se apremia para una nueva andadura anual y así los ninots arden entre la emoción, las lágrimas o el asombro de la concurrencia, nunca ante aullidos siniestros de una plebe hinchada de rabia.

Los benditos padres de Gabriel andan disgustados con que la Quema del Judas de Coripe la haya protagonizado este año la asesina de su hijo. Y Patricia y Ángel tienen mucha razón para la tristeza. En medio de su infinita pena han pedido y suplicado varias veces que la malvada bruja desaparezca del foco, que solamente sean el recuerdo de Gabriel, su sonrisa pizpireta y los buenos sentimientos que, desde su desaparición, se han suscitado en tanta gente, los que prevalezcan y figuren. La bruja, a no dudarlo, expiará su culpa y a nosotros nos toca sacárnosla de la cabeza. La madre de Gabriel, admirablemente civilizada en esta tempestad, la castiga con lo que está en su mano y con esa práctica que los antiguos romanos -tan civilizados también en la mayoría de los casos- llamaban damnatio memoriae, la condena de la memoria. Y era que cuando el Senado romano decretaba oficialmente la damnatio memoriae contra un enemigo del Estado, se procedía a borrar cuanto pudiese recordarlo, a raspar su nombre de las inscripciones y aun prohibir pronunciarlo. La posteridad de los malvados entraba de esta forma en vía muerta. Era también un modo de negarles la inmortalidad.

Desde la víspera del pasado Día de Andalucía, muchísima gente tiene -tenemos- los sentimientos montados en un tiovivo, ora de esperanza, ora de desaliento, agobio, desengaño, rabia, ira, odio... y hasta alivio al escuchar de la Guardia Civil un sobrio y escueto "no sufrió".

La instrucción judicial sigue y seguirá su curso revolviendo pruebas y trayendo testigos, al tiempo que, en paralelo, la bruja intenta e intentará el sortilegio de hacer pasar por accidente su crimen.

El secuestro y asesinato del Pescaíto ha removido Roma con Santiago en el plano social, periodístico, político y judicial, y en mitad de todo esto hemos visto la tele convertida en un hervidero de rumore, rumore, rumore, y otra prueba además de la emergencia de Change.org como un nuevo poder del Estado. Una nueva magistratura que ha de añadirse a las propuestas por John Locke y Montesquieu, donde reclamar la cadena perpetua, exigir financiación para el cáncer o urgir un carril bici en la Castellana. Todo con el mismo rigor y vehemencia.

Al final habrá juicio y una sentencia que, independiente a las voces y a las firmas de millones de personas, previsiblemente obrará como un exorcismo definitivo que recluya a la bruja agresiva y haga desaparecer sus hechicerías y ensalmos dañinos. Será entonces cuando la bruja inicie el camino hacia el olvido y la intrascendencia. Quedará y nos quedaremos con Gabriel, con Patricia y con Ángel, quienes, muy a su pesar, han añadido nuevas páginas al complejo libro de la condición humana. Junto al misterio de iniquidad y a esa desnuda crueldad de la que somos capaces los muy sapiens sapiens, hallamos también este misterio de generosidad de unos padres sin rencor.

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