Tribuna

Francisco J. Ferraro

Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

Fallos del mercado y fallos del Estado

La crisis de los precios de la electricidad pone de manifiesto cómo a los fallos del mercado se superponen los fallos del Estado

Fallos del mercado y fallos del Estado Fallos del mercado y fallos del Estado

Fallos del mercado y fallos del Estado

El debate sobre libertad de mercado versus intervención pública ha sido el más permanente y relevante de los dos últimos siglos, y ha estado sustentado por razones de eficiencia productiva y de justicia distributiva. En relación con las primeras, el mercado ha sido defendido por la supremacía de la competencia como el mecanismo más eficiente para la asignación de recursos y para la fijación de los precios.

Sin embargo, frente al modelo de un mercado perfecto con multitud de oferentes y demandantes que conocen perfectamente las características y condiciones de las transacciones, la realidad es imperfecta, existiendo múltiples "fallos del mercado". Entre ellos destaca la tendencia a la concentración de la producción creando monopolios y oligopolios que pueden imponer precios y características, y que, en la medida en que eliminan o reducen la competencia, reducen los incentivos a la innovación, que es la fuente del progreso y de la mayor eficiencia futura. Otros fallos del mercado son la información asimétrica, la existencia de bienes públicos, las crisis periódicas o las externalidades. Además, al mercado se le ha criticado por la injusta distribución de la renta que genera la mera competencia como mecanismo de asignación.

Por estas y otras consideraciones, ha existido intervención pública desde el capitalismo más temprano. Pero la intervención pública ha puesto de manifiesto los "fallos del Estado", desde burocracia y la falta de incentivos de los sistemas socialistas, hasta la diversidad de ineficiencias que el análisis económico ha detectado en las "economías mixtas": captura del regulador, efecto expulsión, la política como mercado imperfecto, costes redundantes, etc.

Traigo a colación este debate clásico porque se ha achacado al mal funcionamiento del mercado la extraordinaria subida de los precios de la electricidad, lo que en parte es comprensible, pues la elevación de los precios de la generada con gas ha permitido elevarlos a otras fuentes de energía con costes sustancialmente más reducidos (hidráulica, nuclear, fotovoltaica, eólica), obteniendo "beneficios caídos del cielo". Pero, y es un importante "pero", el sistema eléctrico no es un mercado libre, sino hiperintervenido por complejas regulaciones y decisiones políticas. La visualización de este intervencionismo se constata en la factura de la electricidad, en la que se puede comprobar cómo en los últimos años el coste de la energía solo significaba entre el 35% y el 40%, superándolo los "costes regulados", con una diversidad de conceptos entre los que figuran las primas a las renovables, los pagos por el déficit de tarifa y, en el pasado, los costes de transición a la competencia o de la moratoria nuclear.

En consecuencia, la subida de los precios de la electricidad ¿es un fallo del mercado o del Estado? Sin duda es un mercado oligopolista, pero precisamente por eso está regulado y sobre él se han aplicado diversas políticas, que también ayudan a explicar la distorsión de los precios. Así, a inicios de la década de 1980 se decidió frenar el desarrollo de la energía nuclear, lo que exigió posteriormente unos gastos de compensación a los inversores que fueron incluidos en la factura eléctrica. A partir de 2006 se impulsaron las energías renovables con generosos incentivos, que se convirtieron en un pesado gasto cuando las inversiones aumentaron notablemente. Y el propio cambio del sistema de retribución a la generación eléctrica conllevó el pago de los costes de transición a la competencia.

Más recientemente, las crecientes evidencias del cambio climático han acelerado las medidas para reducir las emisiones de CO2. Esa transición se ha divulgado como una política virtuosa, pero sin explicar sus costes. Y en su ejecución se dio por supuesta la disponibilidad de gas a un precio moderado, lo que no se compadece con la realidad. También se proyecta un futuro energético optimista con una elevada participación de energía eólica y fotovoltaica baratas, pero el proceso de instalación requerirá tiempo y la irregularidad de su generación exigirá una fuente de energía de base, para lo que se apostaba por el gas, aunque ya estamos viendo los problemas. ¿No hubiese sido aconsejable mantener una energía no contaminante como la nuclear como energía de base, que en Francia se plantea intensificar con minirreactores nucleares?

Todo esto son decisiones políticas y regulaciones; es decir, Estado. Un Estado que interviene y que tendrá que seguir interviniendo, por lo que lo decisivo hacia el futuro es la calidad de la intervención pública. Por tanto, si bien es necesario que se adopten a corto plazo medidas acotadas temporalmente para proteger a personas y empresas vulnerables, lo importante a medio y largo plazo es reformar el funcionamiento del sistema eléctrico teniendo en consideración los posibles escenarios.

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