Tribuna

Rafael rodríguez prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olvide

Diálogo sin cortapisas

No se puede hablar de todo. Hay cosas que más que hablarlas hay que combatirlas. Por ejemplo: el racismo, el supremacismo, el machismo o la homofobia

Diálogo sin cortapisas Diálogo sin cortapisas

Diálogo sin cortapisas / rosell

No. No se puede dialogar de todo. Malas noticias para los amigos de la hoja de ruta, las líneas rojas, la tolerancia cero o la verdad es que… Ya lo sé. Hay que ser constructivos. Así es la retórica de los cuentistas de la psicología positiva y toda esta mandanga que cristaliza en influencer o personaje influyente que suena menos psicodélico, pero más comprensible. Pues lo repito. No se puede hablar de todo. Hay cosas que más que hablarlas hay que combatirlas. El racismo, el supremacismo, el machismo o la homofobia, por ejemplo, deben ser expulsados de la vida pública. Tampoco se debiera transigir con los abusos que semiesclavizan a los trabajadores. Si no se hubiera hablado tanto y combatido más a los nacionalismos europeos de la primera mitad del siglo XX, se hubieran salvado muchas vidas. La pregunta no es muy complicada. Si no cabe dialogar sobre la discriminación de ciudadanos en razón de su género, su etnia o su orientación sexual, ¿cómo se puede dialogar de algo que implica la discriminación de un ciudadano por su lugar de residencia? Lo que nos propone este nuevo Gobierno es un diálogo para excluir a la mayoría de los ciudadanos españoles que no viven en Cataluña de decidir si queremos destruir nuestro país y, como consecuencia, la seguridad social, los servicios públicos y cualquier futuro más o menos halagüeño.

Se puede hablar de todo, dice la vicepresidenta. La misma que desconoce que está en un Gobierno presuntamente socialista. Aquella que nos demuestra también ignorar qué es el feminismo. Nada más ser investida dijo que su objetivo era "cambiar la gran desigualdad, la que afecta a hombres y a mujeres". No, señora vicepresidenta. La gran desigualdad para alguien que milita en un partido como el suyo es la de clase social. Precisamente, el movimiento feminista se desarrolló ligado a esta lucha, donde se incluía el combate de la desigualdad de género. El hecho de que personas que no saben de lo que hablan transmitan una imagen deformada y superficial de los feminismos (porque hay varios feminismos, desde el socialista, hasta el poscolonial, pasando por el liberal o el radical) demuestra que cualquier idea, por falsa que sea, puede prender si es publicitada debidamente en La Sexta.

¿Pero, entonces, no se puede conversar de todo? Un Gobierno de un Estado no puede hacerlo. Y la razón es muy sencilla: cuando incluyes algo en un orden del día que repugna una mínima sensibilidad democrática, ofreces a la contraparte una gran ventaja. Se asume implícitamente que ese tema puede ser discutido. Se naturaliza. Se le proporciona al adversario una ventaja para lograr objetivos de menor entidad, aunque muy relevantes. En este caso, más dinero y un tratamiento diferente al resto de la chusma autonómica. Es que ellos son la raza superior. Es como pensar que en una democracia se puede discutir el sufragio activo o pasivo de una persona por su opinión política o confesión religiosa. Bueno, pues eso es a lo que el PSOE ha accedido a cambio de conseguir unas cuantas nóminas bien nutridas a los ungidos por los partidos que se reparten el consejo de RTVE.

Tenemos una vicepresidenta que permite que un racista ponga en cuestión la existencia del país al que se supone que sirve. "Tenemos que hablar de forma abierta, constructiva. Establecer un diálogo que se rompió". ¿Por qué no hablar con los catalanes representados por la oposición al nacionalismo y cuyos derechos fueron pisoteados en el propio parlamento autonómico? ¿Acaso hay que conversar con los que soñaban con enfrentamientos en las calles, a ver si con suerte intervenía la UE? ¿Con los que piensan que los andaluces tenemos un bache en el ADN y hablamos la lengua de las bestias salvajes? ¿Con los que han hecho de la deslealtad su motor y razón política?

Lo último es que los partidos de la extrema derecha supremacista de Cataluña han pedido armas largas para SUS policías autonómicos. ¿Qué piensa hacer el Gobierno? ¿Ceder y observar cómo se arman, tanto material como ideológicamente con nuevos lavados de cerebro y un poder judicial propio, para que la siguiente intentona sea la buena?

La historia demuestra que ceder con sátrapas nacionalistas no conduce a nada bueno. Darles algo para que se conformen, mientras se ignora a la mayoría de la población catalana, es lo más parecido que se me ocurre a la traición. Esta situación sólo cambiará con fuertes convicciones democráticas y, sobre todo, revirtiendo el adoctrinamiento, mientras se reduce su capacidad de maniobra y la fuerza de su aparato clientelar pagado por todos. Si las reglas del juego son estas, el olvidado Campo de Gibraltar lo tiene claro: mañana declaramos la independencia desde lo alto de la Roca.

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