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Tribuna

Luis Rogelio Rodríguez-Comendador

Senador del PP por Almería

Cuarenta años de elecciones andaluzas

Eran tiempos en los que los mítines se organizaban en cines, en restaurantes, en bares y en rincones insólitos a los que se llegaba después de recorrer carreteras sinuosas

Cuarenta años de elecciones andaluzas Cuarenta años de elecciones andaluzas

Cuarenta años de elecciones andaluzas / rosell

La amable invitación del Grupo Joly a recordar con unas líneas el paso de los 40 años transcurridos desde la primera vez que los andaluces elegimos en las urnas la composición de nuestro Parlamento, me permite compartir algunos recuerdos y algunas reflexiones sobre las enormes diferencias entre ese tiempo y el actual, y la extraordinaria transformación que ha experimentado nuestra sociedad. Para el veinteañero inquieto que entonces era, concurrir a unas elecciones en 1982 bajo las siglas de la ahora extinta Alianza Popular era algo más que una aventura. Era un paso al frente con el que estaba decidido a abrir un camino de servicio público a los almerienses, a los andaluces y a los españoles, bajo las premisas inalterables del respeto a la Constitución, la unidad de España, la monarquía parlamentaria, la defensa de la ley y, sobre todo, la libertad. Y aunque en el fondo la esencia del juego democrático era en esos años la misma que ahora, la verdad es que muy poco o casi nada de las formas y las costumbres de entonces siguen hoy vigentes. No caeré en el error de la melancolía ni en la absurda negación del pasado, así que no entraré a juzgar si aquello era mejor o peor que ahora, pero lo cierto es que mis recuerdos de esa primera campaña y de las muchas otras que siguieron, nos sitúan en un escenario insólito para la mayoría de votantes y candidatos de las próximas elecciones del 19-J. Eran tiempos en los que los mítines se organizaban en cines, en restaurantes, en bares y en rincones insólitos a los que se llegaba después de recorrer durante horas unas carreteras que, en el mejor de los casos, podríamos definir como bastante sinuosas. Obvio es decir, además, que los medios técnicos con los que contábamos entonces para la campaña eran bastante rudimentarios en comparación con los que se usan hoy. Sin móviles, sin wifi y muchas veces sin megafonía, había que llevar un megáfono para poder hacerte oír y había que buscar un teléfono en alguna casa o en alguna cabina para hablar con la prensa, para responder entrevistas o para coordinar el próximo paso en la campaña. Pero como digo, hay cosas que no cambian. Recuerdo perfectamente el nudo la barriga que sentía pocas horas antes de mi primer mítin, en un repleto -y ahora desaparecido- Cine Imperial de Almería, en el que tuve la responsabilidad hablar justo antes que nada menos que don Manuel Fraga. No recuerdo muy bien lo que dije, pero sí la tranquilidad que me dio antes de hablar mi abuelo Rogelio, que ya había sido parlamentario en las Cortes durante la II República, y que además de un atento espectador de mis primeras intervenciones en esos años, siempre fue para mí un ejemplo de solvencia, lucidez y cariño. Recuerdo el vértigo de escuchar mi propia voz en el silencio de esos primeros actos y en mi determinación de trasladar con nitidez los mensajes, aprender a gestionar la compleja relación de proximidad y distancia con la prensa y también los nervios de conocer y poder tratar de tú a tú a las máximas figuras representativas de la política nacional. Como digo, yo me presenté hace cuarenta años por un partido que ya no existe, pero que fue la base de la fundación del Partido Popular, el espacio amplio y natural del centro derecha español y recuerdo esos años de lucha desigual contra un PSOE que en Andalucía era omnímodo y casi omnívoro, como un honor que a día de hoy sigo agradeciendo por su indudable relevancia. Yo no sabía entonces que el camino que iba a recorrer me iba a permitir disfrutar de privilegios tan extraordinarios como haber sido durante ocho años presidente de la Diputación y Parlamentario Andaluz y alcalde de Almería durante casi doce años y medio, del mismo modo que ahora mismo soy Senador. Pero con independencia de las enormes transformaciones sociopolíticas y económicas que ha vivido Andalucía desde 1982, entiendo que el paso del tiempo nos deja un poso de indudable convicción en nuestro futuro como una de las comunidades más dinámicas de España y una firme vocación de seguir creciendo, de seguir sumando y de seguir integrando, desde el diálogo democrático, estrategias de desarrollo económico y de progreso social. En lo que mi aportación durante estos años haya podido contribuir a ello, encontraré siempre un motivo de legítimo orgullo y enorme satisfacción.

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