Tribuna

josé maría vinardell crespo

Profesor jubilado de Filosofía

Carta séptima a Juan Carlos Aragón

La gente te sigue llorando. Y los pueblos cuando lloran, siempre tienen razón. Llegará un día en que vaya creciendo el olvido pues el destino prefiere un final con dolor que no un dolor sin fin

Jardiel Poncela quería para sí un sepelio como el de Dostoiewski, con una comitiva de cuarenta mil personas, diez coches con flores y nueve con coronas. En las exequias de Víctor Hugo, dos millones contemplaron el cortejo de sus restos desde el Arco del Triunfo hasta el Panteón de París.

También el entierro de Juan Carlos Aragón fue algo singular. Conmoción y sorpresa por lo inesperado, y sobre todo dolor y consternación. Aquí, en Andalucía y en toda España. Pronto se acabaron sus publicaciones y grabaciones. Hay algo que nunca saldrá a la venta por su propia decisión: una Historia de la Filosofía, dedicada a su hijo, al igual que hizo Aristóteles con Ética a Nicómaco y más tarde Fernando Savater con Ética para Amador. Mi mujer y yo tuvimos el privilegio de leerla. Habría sido muy útil para los alumnos de PEVAU, como aquella novela El mundo de Sofía de Gaarder.

La realidad nos revela siempre la inanidad de la vida frente a la amenaza de la muerte. En Diálogo de los muertos de Luciano de Samosata, el divino Hermes, mostrando un cráneo, dice al filósofo Menipo: "Esto es Helena de Troya", Menipo responde: "¿Con que por esto navegaron mil naves de toda Grecia y perecieron tantos griegos y bávaros?". San Juan Crisóstomo, que tanto admiraba la magnificencia de Eutropio, al ver sus despojos, exclamó "Vanidad de vanidades, y todo vanidad". Gustavo Mahler, sirviéndose de unos versos de Rückert que lloraban la muerte de sus dos hijos, expresó su aflicción en Cancionespara los niños muertos. Difícilmente se podrían encontrar pasajes tan desoladoramente patéticos como en este Kindertotenlieder de Mahler. Su esposa Alma le amonestó: "Los dioses te van a castigar. Estás desafiando al destino". Y así fue.

Aquí, en Cádiz el pueblo cantó espontáneamente las coplas de Juan Carlos Aragón. Vimos cómo todos lloraban, se abrazaban y besaban repetidas veces el féretro. Y allá, al fondo, a una joven de negro le pudieron las lágrimas. Y volvían otra vez los llantos y los abrazos como una marea crecida. Juan Carlos, ya te lo dijo tu padre: "Quillo, esto no se hace ". Pero el hombre es una trama de anhelos y fracasos, y todo cuanto él cree que ha elegido es sólo el disfraz del destino. El recuerdo de la alegría ya no es alegría, mientras que la evocación del dolor siempre es dolor. Por eso, si oigo algo de ti es como reconocer que aún no te has ido del todo. La gente te sigue llorando. Y los pueblos podrán cometer errores, pero cuando lloran siempre tienen razón.

Llegará un día en que vaya creciendo el olvido pues el destino prefiere un final con dolor que no un dolor sin fin. Tú te has ido y se quedaron los pájaros cantando. Nos has dejado el regalo de tus versos. Su valor no está en la expresión de tus palabras singulares sino en la singular expresión de tus palabras. Así es "el verso y la melodía de tu talento "que tanto había conmovido a Javier Osuna.

El poeta Rückert se quería consolar tras la pérdida de sus hijos y se engañaba cuando hacía cantar a Mahler: "…pronto regresarán a casa. Únicamente han ido a caminar por las altas colinas". Ahora también nosotros podríamos decir: "Solo ha ido a asomarse al paraíso, a buscar el manantial de las palabras, para hacer rimas con Alfonsina Storni que aún anda vestida de sal. Se ha entretenido con Bob Dylan buscando los acordes de Fa mayor pues quiere entonar 'Yesterday' allá donde da la vuelta el viento.

Todavía recuerdo aquellas palabras tuyas cuando me felicitabas mi ochenta cumpleaños: "Mi único dolor ha sido no haberte podido tener más cerca, más a mano, durante más tiempo, porque tengo conversaciones pendientes contigo , y dudas". Te has ido de esta vida, pero la vida no es más que la excepción de la muerte, y la muerte, ¿Qué es?. "Se dejan cosas, se dejan cosas sin hacer, esa es la muerte" -decía Carlos Fuentes.

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