Tribuna

EMILIO A. DÍAZ BERENGUER

CEO yKratos

Buenismos no, gracias

Basar el nacionalismo independentista en un pilar cultural diferenciado es actualmente una estafa de malos jugadores que se hacen trampas al solitario

Buenismos no, gracias Buenismos no, gracias

Buenismos no, gracias / rosell

Deberíamos dejar los buenismos para los caritativos, que no necesariamente siempre solidarios, que beatifican sus conciencias moldeadas de acuerdo con las creencias que superan sus déficits de bondad gracias a la penitencia impuesta por interpuestos interesados con sus seres divinos. Haber abandonado por el camino la idea de que la política es el arte de la organización de la sociedad en beneficio de las mayorías, con el debido respeto a las minorías, nos está llevando por campos sembrados de minas y abonados para que los ocupen aquellos que destacan por sus estrategias fundamentalistas y demagógicas en países que ya se creían curados de estos espantos después de largos periodos de tiempo jugando a la democracia, de una u otra manera.

Hay movimientos justos y necesarios que luchan a favor de una auténtica igualdad que reconozca la "equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones", considerando a cada uno igual o equivalente a otra persona, tanto entre hombres y mujeres, grupos feministas, como entre las diversas opciones afectivas y sexuales, grupos LGTBI, que deberían dar un paso adelante reclamando la equidad entre los suyos, esto es, "a cada cual lo que merece"

A estos movimientos se ha unido en los últimos años, singularmente en Europa, otro de obligada humanidad a favor de la aceptación de la diversidad racial como lógica consecuencia de la llegada masiva de inmigrantes procedentes mayoritariamente del norte y centro de Africa, y también de los países latinoamericanos.

Sin embargo, las políticas identitarias hoy deberían ser transversales y formar parte de las políticas globales de intereses, ocupando su parte alícuota en la organización de una sociedad, pero no condicionándolas hasta el punto de desplazar la prioridad que debería ser siempre el servicio al bienestar de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Convertirlas en objetivos singulares es delicado y suele dar lugar a la aparición en la sociedad de movimientos oportunistas en su contra que pueden poner en peligro los propios sistemas democráticos en algunos países.

Personalmente, me posiciono por la defensa en la práctica de la equidad, más allá de una igualdad concebida por no pocos como homogeneidad. Una vez alcanzada normativamente la equidad como igualdad de oportunidades, derechos y obligaciones para todos los grupos sociales y sus miembros de facto, la clave está en educar a los ciudadanos para elevar a categoría de normal en las calles lo que ya lo sería en las leyes.

Un caso de buenismo identitario generalizado hoy es el del apoyo a los nacionalismos, unos por parte de la izquierda y otros por la derecha. En pleno siglo XXI defender el independentismo de determinados territorios, o el nacionalismo rancio de los estados-nación, sólo responde a intereses creados de unos pocos que lo promueven y lo respaldan. Basar el nacionalismo independentista en un pilar cultural diferenciado es actualmente una estafa de malos jugadores que se hacen trampas al solitario y que utilizan métodos de adoctrinamiento propios de los grupos religiosos en un momento histórico en el que la globalización por las nuevas tecnologías es la clave para lograr un futuro de bienestar sostenible que será transnacional, sí o sí.

Buenismo es también defender como ejercicio de libertad personal que las mujeres de cultura árabe y creencias mahometanas vayan cubiertas, como mínimo, cuando no perdidas en el interior de un burka o prenda similar. Al igual que no se me permite luchar en sus países contra la discriminación de la mujer bajo pretexto cultural, como tampoco contra las condenas a los homosexuales a penas de cárcel, cuando no de muerte, en el país que me ha tocado vivir y por el que junto con otros muchos hemos luchado por la libertad para todos y todas, sin que pueda prevalecer "discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social", es un errático ejercicio de buenismo permitir que las mujeres aparezcan en público con la cara cubierta y caminando a varios pasos de sus maridos; esto es discriminación por sexo y humillación y vejación a las personas, que no un ejercicio práctico de libertad, se explique como se quiera justificar.

Cambiar las normas es sólo una acción de consenso y tolerancia política, pero adaptar la idiosincrasia de las personas requiere tiempo y mucha lucidez para que la igualdad ante la ley no quede en papel mojado más pronto que tarde y la equidad se resista en la práctica. En política, hay que ser sólidos y huir de los buenismos líquidos que tarde o temprano terminan por crear el rechazo pendular por parte de algunos grupos sociales debidamente alentados por grupos totalitarios.

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