Tribuna

Tomás navarro

Periodista y arabista

Afganistán: la retirada

Las grandes potencias van a lo grande pero, pese a disponer de medios de ingeniería de todo tipo y nunca antes vistos, suelen carecer de información veraz

Afganistán: la retirada Afganistán: la retirada

Afganistán: la retirada / rosell

Anunciada y programada desde la administración de Donald Trump, su sucesor en la Casa Blanca, Joseph Biden, evacúa a sus tropas definitivamente de Afganistán para el próximo 31 del mes en curso. Todo indica que las demás grandes potencias ni aplaudan ni piten esta decisión, que ante todo es estratégica, pues tanto la presencia militar occidental como el el intento publicitario de forjar en este país -en guerra continúa desde hace décadas- una democracia ha sido como era de esperar un intento fallido. De hecho quienes más aplauden esta retirada son los afganos que desde la intervención USA con sus alianzas han sufrido innumerables bajas conforme se reunían para las bodas. En ningún otro país del planeta se han bombardeado con aviones y drones, sistemáticamente, las concentraciones humanas para celebrar actos sociales como en Afganistán.

Para comprender cómo resulta así hay que remontarse a su mosaico social, étnico y político-religioso. Los líderes tribales que lograron echar a tiros a los soviéticos en la segunda mitad del siglo XX se abrieron a la influencia saudí que gasta montañas de oro por instalar su cosmovisión islámica del wahabismo, sepultando la tradición islámica afgana. Así lograron forjar al movimiento talibán y de todo cuanto de él surgió, porque todos eran "guerreros santos", llamados a expandir por el orbe muslim sus preceptos y mandatos. Arabia Saudí tiene en Asia Central una especial "ruta del wahabismo" que si tiene a Afganistán seducido es porque su vecino Pakistán también es destino de esta expansión del islam, cruel, degradante inhumano, que desde Riad financia no sólo mezquitas y madrazas, sino también enfermos de capas humildes para su cura en hospitales. Las cofradías yihadistas desplegadas a través del mosaico social afgano con el oro saudí hacen milagros consiguiendo con ello la lealtad de líderes y movimientos islámicos radicalizados. Ni Pakistán, ni Irán, ni Rusia y China dejarán que el avispero talibán termine intoxicando sus fronteras. Ahora que se va el Tío Sam de suelo afgano y el horizonte retorna al yihadismo político-religioso, tanto Moscú como Pekín impermeabilizarán aún más sus fronteras.

Para Irán, aliado de la Federación Rusa y de China, su praxis no cambiará frente a la vecindad yihadista, financiada por Arabia Saudí unos, Qatar y Turquía. Esto significa que el flanco iraní les funciona, porque ya Teherán mantiene reuniones oficiales con grupos talibanes y de otros movimientos. Y Pakistán, que considera precisamente a Afganistán como su "extensión territorial" natural frente a una guerra convencional contra la Unión India. Islamabad no dejará que ningún talibán juegue con fuego capaz de prender el polvorín. Todo esto significa que entre EEUU y sus alianzas y Rusia y China con las suyas se "ha pactado" sofocar como un incendio de tercera división lo que comenzó como uno de primera.

Las grandes potencias van a lo grande pero, pese a disponer de medios de ingeniería de todo tipo y nunca antes vistos en la historia, suelen carecer de información real y veraz, ya que la conseguida por medios tecnológicos inimaginables, que no tienen todavía conciencia informativa. Esta solo se obtiene a ras del suelo, donde la simbiosis con los lugareños hace posible el acceso real a lo que ocurre. Esta falta de conocimiento sobre el terreno imposibilita acceder a su realidad más aproximativa y así se pueden bombardear bodas y entierros sin saber tan siquiera quiénes eran los congregados. Por eso se falló en la guerra impuesta a Siria. Al no disponer los estados implicados con personal eficiente en el país, la evaluación del conflicto fue incapaz de valorar las fuerzas internas sirias. Las militares sí las tenían, pero las que componían el mosaico interno sirio, esas, ni supieron que existían. Y por ello ganaron la guerra y más con el apoyo de Rusia e Irán junto al Hezbolá libanés. Los alauíes sirios solo son un 10% de su población, pero sus alianzas internas eran mucho más asimétricas y profundas de lo que occidente creyó y solo eso ha hecho posible que el régimen no se derrumbara como en Iraq o Libia.

La salida de EEUU y de la OTAN del avispero afgano, curiosamente, ni supone lo que supuso Vietnam para Washington, pero tampoco logra "democratizar" una sociedad tribal martirizada por la violencia y dominada por creencias religiosas que siguen jugando a inestabilizar a las potencias vecinas en este peligroso juego venido a menos del Asia Central. Ahora todo apunta al Mar de la China, al parecer, mucho más rentable.

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