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¿Para qué sirve un Rey?

En el actual estado de crispación que vive la política española, la foto del futbolín del Estadio de la Cartuja no hubiese sido posible sin la presencia de Felipe VI

La final de la Copa del Rey del pasado sábado en Sevilla nos dejó una imagen que, en los tiempos que corren, resultó sorprendente: el rey Felipe jugando una partida de futbolín con los presidentes del Gobierno de España y la Junta de Andalucía, Pedro Sánchez y Juanma Moreno, respectivamente. En principio, nada debería extrañar. Se celebraba una cita deportiva de primer nivel dentro del calendario español y lo normal es que imperase un ambiente distendido, independientemente de las diferencias políticas entre los distintos representantes de las administraciones. Pero en los últimos años todos nos hemos acostumbrado a que la crispación y las malas maneras sean la tónica general en las relaciones políticas en nuestro país. La pregunta que surge es: ¿hubiese sido posible esta foto sin la presencia de Felipe VI? La respuesta es claramente negativa. Sólo con la presencia de un jefe del Estado neutral políticamente se puede propiciar un encuentro distendido como el del sábado en el Estadio de la Cartuja de Sevilla. Evidentemente estamos hablando sólo de una foto, de una anécdota, aunque muy significativa de lo útil que puede llegar a ser un Monarca, más en unos tiempos en los que algunos políticos españoles -curiosamente los que más se esfuerzan en dividir a los españoles en bandos de buenos y malos- se empeñan en colocar a la monarquía en el punto de mira, argumentando entre otras cosas su falta de utilidad para solucionar los problemas del país. Felipe VI, un Monarca que desde que llegó al trono ha tenido que enfrentarse a un estado de perpetua crispación, ha dado numerosas muestras de para qué sirve un Rey. Lo hizo cuando tuvo que enfrentarse al intento de volar el Estado de derecho por parte de los independentistas catalanes -algo que nunca le perdonarán- y lo sigue haciendo en numerosas ocasiones, incluso cuando se trata de disfrutar distendidamente de un partido de fútbol. La foto del futbolín en el Estadio de la Cartuja debería ser la tónica general de la política española, sobrada de radicalismo y palabras gruesas y falta de entendimientos que consigan superar las comprensibles diferencias ideológicas.

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