La política da la espalda a la realidad

Que el vicepresidente Iglesias se dedique a la pelea en el barro en estos momentos de crisis y con el país de luto es incomprensible

El anuncio del fabricante japonés de automóviles Nissan de cerrar su planta de producción de Barcelona, lo que supondrá la pérdida de los cerca de 3.000 puestos de trabajo directos con los que cuenta la instalación, no sólo es un importante varapalo para la industria y el empleo español, sino que podemos considerarlo como un adelanto de lo que puede venir en los próximos tiempos. De hecho, las imágenes de tensión y movilización obrera que se vieron ayer en Barcelona pueden repetirse en todo el país en un breve periodo de tiempo si no se empiezan a tomar medidas urgentemente. No debemos engañarnos. El anuncio de que la UE pretende destinar 140.000 millones a España para su reconstrucción tras la pandemia de coronavirus es una excelente noticia, pero este dinero estará sometido -como no podía ser de otra manera- a un estrecho control comunitario y no terminará de llegar si el Gobierno se empeña en introducir a España en el camino del radicalismo político y social, como ya hizo con su pacto con Bildu para la derogación de la reforma laboral.

Cuando estamos entrando en la que puede ser una crisis económica y social demoledora y apenas hemos salido de una pandemia que ha supuesto miles de muertos, nuestros políticos parecen vivir de espaldas a la realidad de los tiempos que nos ha tocado vivir. Sólo así se puede entender la bronca del pasado miércoles entre Cayetana Álvarez de Toledo y Pablo Iglesias a costa de la pasada militancia del padre del segundo en una organización terrorista de extrema izquierda, el FRAP, pura casquería histórica. O las acusaciones que ayer lanzó Iglesias a Vox, afirmando que le gustaría perpetrar un golpe de Estado. Que un vicepresidente del Gobierno se dedique a estas peleas en el barro en estos momentos de crisis y con el país oficialmente de luto es, sencillamente, desolador y nada bueno puede traer. A estas alturas cabe preguntarse qué fue de la propuesta del Ejecutivo de reeditar los pactos de la Moncloa. Más allá de la comisión parlamentaria creada para tal fin, el clima político actual hace temer que todo quedará, una vez más, en simple palabrería política. No se dan las mínimas condiciones para que los principales partidos lleguen a un acuerdo de amplio espectro para la reconstrucción nacional. La política le ha dado la espalda a la realidad, a la que se vio ayer en las calles de Barcelona, y lo grave es que lo terminaremos pagando todos.

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