Un fracaso de toda la sociedad

Es hora de que todos los niveles de la Administración del Estado reflexionen sobre cómo cambiar el rumbo en la lucha contra la violencia de género

EN las últimas horas, España ha sufrido una conmoción por los crímenes de Tenerife y Estepa, ambos de corte machista. Aunque estamos ante casos muy extremos, no dejan de ser una especie de culminación del alarmante aumento de la violencia machista que se está registrando en los últimos tiempos. Desde luego, no podemos caer en la frivolidad de la ministra de Igualdad, Irene Montero, de afirmar que el aumento "considerable" de las llamadas al teléfono 016 para hacer consultas sobre violencia machista se debe al efecto producido por la emisión en televisión de unos programas en los que Rocío Carrasco (hija de la fallecida cantante Rocío Jurado) denunciaba los malos tratos sufridos en su día a manos de su ex marido. Cada vez parece más claro que muchas de las iniciativas para prevenir la violencia contra las mujeres están fracasando estrepitosamente. ¿Qué hacer? Por lo pronto, parece que la vía penal está agotada. Nuestra legislación contempla penas duras para este tipo de delito y aumentarlas sería ir en contra de los principios de nuestro sistema jurídico. Además, no parece que la amenaza de cárcel sea algo que pare a los maltratadores más salvajes, muchos de los cuales optan incluso por acabar también con sus vidas. El camino de la pedagogía siempre parece la gran esperanza y, desde luego, habrá que seguir insistiendo. Pero hay datos preocupantes. En unos tiempos en los que a la juventud se le insiste continuamente sobre este tema, tanto en los colegios como en otros ámbitos, los expertos policiales alertan de un rejuvenecimiento del maltrato y de que las víctimas confunden el control con la protección. En general, da la impresión de que las cosas no se están haciendo muy bien y que se dedican grandes cantidades de dinero público a mantener una estructura asociativa que se dedica más a hablar sobre el problema que a poner soluciones. Es hora de que en todos los niveles de la Administración del Estado se haga una reflexión muy seria para ver qué rumbos hay que cambiar en la lucha contra la violencia de género, algo que probablemente nunca desaparecerá del todo, pero que debemos reducir a cuotas completamente anecdóticas.

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