¿El fin de la 'nueva política'?

Ciudadanos y Podemos nacieron de un profundo malestar de la sociedad española con los partidos sistémicos, pero no han estado a la altura del reto

Los acontecimientos políticos de los últimos días han vuelto a poner en evidencia algo que ya se venía observando: lo que se llamó la nueva política se está hundiendo irremisiblemente. Nos referimos, claro está, a esos dos partidos que nacieron con la gran crisis económica de 2008 y que a punto estuvieron de llevarse por delante al denominado "bipartidismo imperfecto", ese que consistía en la alternancia en el poder del PSOE y el PP con los apoyos concretos, cuando no gozaban de mayoría absoluta, de los nacionalismos periféricos moderados. Ciudadanos y Podemos surgieron de un profundo malestar de la sociedad española con los partidos sistémicos, que eran percibidos como enormes y opacas máquinas clientelares y burocráticas, muy alejados de los verdaderos intereses de los ciudadanos y verdaderos caldos de cultivo de la corrupción. En este análisis, evidentemente, había algo de exageración y populismo, pero también una importante dosis de verdad que no hay que pasar por alto. Pero el problema de estos nuevos partidos es que no estuvieron a la altura del reto histórico, repitiendo en buena medida muchos de sus vicios y, en algunos casos, empeorándolos. A día de hoy es difícil saber si Podemos y Ciudadanos desaparecerán del mapa en las próximas citas electorales, como algunos vaticinan, pero sí se puede presumir que, a no ser que la situación cambie drásticamente, van a quedar muy mermados. Sin embargo, a la nueva política hay que reconocerle que ha obligado a los partidos tradicionales a tomar medidas internas que mejoren su democratización interna y transparencia. En gran medida, Cs y Podemos han obligado a PP y PSOE ha tomarse más en serio a los ciudadanos y sus anhelos, aunque a la vista está que queda mucho camino por recorrer. Lo que no ha cambiado la nueva política, incluso lo ha empeorado (si vemos el actual mapa electoral), es la dependencia de los gobiernos centrales de los nacionalismos, ahora incluso de los más radicales. Ésa seguirá siendo durante mucho tiempo una asignatura pendiente para España.

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