El discurso más difícil de Mariano Rajoy

Frente a la actitud grave y digna del discurso de Rajoy, contrastó el nuevo desvarío del prófugo Carles Puigdemont

La intervención de ayer del presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, probablemente será una de las más difíciles de su carrera política. La situación en la que le han colocado las últimas elecciones autonómicas catalanas es francamente complicada. Su partido, el PP, ha pasado a ser insignificante en Cataluña y los independentistas tienen la opción de volver a formar Gobierno y seguir poniendo palos en la rueda de la vida política española. Evidentemente, nada volverá a ser como antes de la acertada aplicación del artículo 155 de la Constitución. A los soberanistas ya les ha quedado claro que el Estado español no es esa máquina ineficiente, medrosa e insegura que habían imaginado debido a su complejo supremacista. Ahora saben que la democracia española tiene instrumentos para defender la legalidad y la soberanía nacional, y que está dispuesta a usarlos siempre que hagan falta. Los independentistas podrán formar Gobierno, pero lo tendrán que hacer ateniéndose a la legalidad vigente, como no podía ser de otra forma.

Rajoy hizo ayer el discurso que tenía que hacer. No se escondió, se puso al frente del fracaso de su partido e insistió en lo necesario que fue la aplicación del artículo 155. En un tono sobrio y digno tendió la mano a todas las fuerzas políticas para dialogar dentro de la ley. Aunque pueda resultar sorprendente, hoy día en España hay que insistir en este tipo de perogrulladas. Asimismo, Rajoy defendió la aplicación del artículo 155, que ha conseguido dar paz y estabilidad a Cataluña en las últimas semanas, y lo desvinculó de cualquier cálculo electoral, como ha quedado bien claro en los comicios del pasado jueves. Una de las grandes paradojas de estas elecciones es que no ha sido el PP, sino Ciudadanos, su competidor por el espacio del centroderecha, el que ha captado el voto de los numerosos catalanes que han visto el 155 más como una liberación que como una "ocupación", siguiendo el lenguaje de la propaganda independentistas.

Frente a la actitud seria y responsable de Rajoy, contrastó la del ex president Carles Puigdemont, quien continúa con sus desvaríos y charlotadas en Bruselas, ciudad donde intenta evitar la acción de la Justicia. Ayer, propuso un diálogo de tú a tú, y fuera de España, entre él -un prófugo- y Mariano Rajoy, un presidente legítimo y democrático. Está claro que el diálogo es necesario, pero éste no puede ser más que dentro de la legalidad y en el seno de las instituciones españolas. Lo primero que tendría que hacer Puigdemont es responder a los tribunales y someterse al imperio de la ley. Después podrá venir todo lo demás.

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