Más ataques al Rey que al coronavirus

Hay ministros del Ejecutivo que han dedicado más esfuerzos en descalificar al Rey constitucional de España que en acabar con la pandemia

En los últimos días hemos asistido sorprendidos y alarmados a una escalada de los ataques verbales contra el rey Felipe VI por una parte de la clase política. Estas arremetidas, que llegaron ayer a su clímax con la intolerable intervención del diputado de ERC Gabriel Rufián en el Congreso de los Diputados, tienen por objetivo deslegitimar al monarca como rey constitucional de España y socavar su autoridad como jefe del Estado. El ramillete de insultos y descalificaciones que ha sufrido Felipe VI no sería llamativo si se limitasen al entorno del independentismo catalán. Al fin y al cabo, fue el Rey quien paró de una manera firme su intento voladura del Estado de derecho, algo que nunca le perdonará un soberanismo cada vez más desquiciado y desconectado de los verdaderos problemas de los ciudadanos. El gran problema es que parte de las descalificaciones han salido de algunos de los ministros morados del Gobierno, sin que el presidente Sánchez las haya desautorizado con nitidez, como hubiese sido de esperar. Al menos, queda el consuelo de la intervención de ayer del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, quien ante el cariz que estaba tomando el asunto tuvo que recurrir a un exceso de dramatismo al asegurar solemnemente que estaría dispuesto a defender a la Monarquía y la Constitución "hasta la última gota de su sangre". No hace falta tanto, basta con exigir al Gobierno al que él pertenece que sea leal al monarca constitucional de España. Que en plena pandemia de la Covid-19, con unas cifras desastrosas en parte por la mala gestión del Gobierno central, haya ministros que dedican más esfuerzos a atacar al rey que al coronavirus nos da una medida de la calidad de los mismos. Una vez más habrá que insistir en que la Constitución, con absolutamente todos sus elementos, incluida la Monarquía parlamentaria, es el marco de convivencia que los españoles nos dimos a nosotros mismos; un marco que ha propiciado el que sin duda ha sido el mejor periodo de la historia de España. Cada uno puede tener las ideas que quiera, pero a un ministro lo mínimo que se le pide es lealtad al Rey, la misma a la que se comprometió al aceptar el sillón.

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