Un alcalde resentido y oportunista

Enterrar el legado del emérito, a las primeras de cambio, inculcando odio con sus críticas tan sectarias carece de la responsabilidad que le va en el cargo

José María González Kichi pretende arrastrar a la ciudad de Cádiz en su furibundo ataque a la Corona. El haber sido legitimado por las urnas no le confiere el derecho a hablar en nombre de todos para quitarle el nombre de Juan Carlos I a una avenida, acusándole de todos los delitos que se le ocurren con falsos pretextos y sin mostrar algo de respeto por quien ha sido uno de los pilares de la Transición, aunque no le guste lo que representa. También son muchos los gaditanos que no han votado a este alcalde y le tienen que aguantar su incompetencia y su osadía. No contento con condenar al emérito atribuyéndose el papel de juez y parte, González también ha lanzado sus graves acusaciones contra la Casa Real cegado por la rabia y el revanchismo más trasnochado. Y lo más cínico es que encima ya se arroga el papel de víctima perseguida por una Justicia que investiga las posibles injurias a la Corona. Al alcalde siempre le gustó encarnar el papel de falso oprimido de una democracia tan real que su ex compañero Pablo Iglesias es vicepresidente del Ejecutivo y él ya lleva un lustro de alcalde. En cambio, en aquellos países que él pone de ejemplo de derechos humanos, como son Cuba y Venezuela, al disidente, en el mejor de los casos, lo dejan que se pudra en las cárceles.

Negar el servicio que ha prestado don Juan Carlos a los españoles es tan lamentable como soez. Tiempo habrá para dirimir sus presuntas irregularidades fiscales. Pero enterrar su legado, a las primeras de cambio, inculcando un odio tan profundo, con críticas tan oportunistas como sectarias, carece del más mínimo sentido de la responsabilidad. Más le valdría debatir las ideas y gestionar el Ayuntamiento, que buena falta hace. La conducta de don Juan Carlos no ha sido ejemplar en los últimos tiempos y el propio Felipe VI ha reaccionado con la máxima diligencia. Pero su comportamiento en lo privado no puede ser usado como palanca para ir contra el régimen del 78. El alcalde gaditano sabe que limitarse a decir que "la Corona vino impuesta por Franco y que nunca nadie lo eligió" -cuando fue refrendada en las urnas- es torcer la realidad desde el resentimiento. Y Cádiz, una ciudad con tantísima historia detrás, no merece un representante tan tramposo, falto de altura moral y de talla política.

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