Vigilantes ante la amenaza constante

Los éxitos policiales contra al terrorismo yihadista también nos recuerdan que hemos de colaborar ante cualquier radicalismo

El fanatismo yihadista ha golpeado en este siglo a Europa cual martillo sobre un yunque, reiteradamente y a compás variable pero con idéntica consecuencia: cada impacto que nos arrebata vidas, sea por centenares, decenas o unidades, nos recuerda los valores que defendemos como sociedad frente a esa barbarie, ese sinsentido. España lleva en alerta cuatro por amenaza terrorista un rosario de meses que no debe hacernos bajar la guardia. Al contrario. El eficaz trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado para evitar atentados -tan difícil- ha permitido abortar en nuestro país los sangrientos planes de quienes se radicalizan y dañan la religión que -equivocadamente- dicen defender de supuestos infieles. La pasada semana, sin ir más lejos, la detenciones en la isla de Mallorca evitaron la matanza que a cuchillo ideaba perpetrar en Inca uno de los capturados. O el pasado viernes, en Málaga, donde la Guardia Civil detuvo a un peligroso yihadista. Un danés de origen sirio, llegado como hijo de un refugiado, que, como otros muchos, primero fue delincuente juvenil -incluso estuvo preso- y más tarde se radicalizó hasta el punto de luchar en Siria con un grupo terrorista. Todavía está por ver qué planeaba en Andalucía. Los investigadores trabajan en ello. El Reino Unido, Francia, Bélgica o Alemania han sido algunos de los últimos escenarios de matanzas ejecutadas con armas al alcance, por cotidianas, de cualquier desalmado: coches, camiones o simples cuchillos. La amenaza es real y constante. Pero lejos de dejarnos vencer por el pánico que quieren incubar en estados donde reina la libertad y la democracia bajo el imperio de la ley, todos tenemos la obligación de estar vigilantes y de colaborar con los distintos cuerpos policiales, para que con información e inteligencia -en todas sus acepciones- desactiven las amenazas que se infiltren entre nosotros. Es mucho lo que nos jugamos. Empezando por vidas de inocentes. Pero también valores que son la esencia de Europa: libertad, seguridad, solidaridad. Hasta la recuperación económica está en riesgo, porque el terrorismo, sus consecuencias, también afecta al tejido productivo. Celebramos las detenciones, como el triunfo que son de una sociedad que se defiende con el derecho ante esa barbarie. Pero también nos recuerdan esos éxitos policiales que están entre nosotros elementos de alta peligrosidad y que todos, no sólo los integrantes de las Fuerzas de Seguridad, tenemos la obligación de actuar si atisbamos actitudes radicales, sin caer ni en psicosis ni en xenofobia. La defensa de la paz y la libertad -también la religiosa- es nuestra razón frente a quienes quieren imponer terror y muerte más que su fe.

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