El Rey que supo estar en su sitio

Con su intervención del 3 de octubre de 2017 Felipe VI jugó un papel decisivo para encauzar la agresión contra el Estado que tenía lugar en Cataluña

Con la perspectiva que dan los cinco años transcurridos, afirmar que Felipe VI jugó, con su comparecencia televisada del 3 de octubre de 2017 un papel determinante en favor de la cohesión nacional y en defensa de los valores de la Constitución no es un planteamiento político. Es la constatación de un hecho. El proceso secesionista que tenía lugar en Cataluña era, por encima de cualquier otra consideración, una agresión al Estado encabezada por las instituciones de esa comunidad autónoma. El Rey contribuyó a encauzar un conflicto que estaba a punto de desbordarse y cuyas consecuencias hubieran sido gravísimas en todos los órdenes de la vida nacional. Aunque la comparación admite muchos matices, es evidente que nunca, desde el intento de golpe de Estado de febrero de 1981, España había estado más cerca del colapso político y nunca la democracia que los ciudadanos nos dimos con la Constitución de 1978 había estado tan amenazada. Felipe VI lo hizo porque entendió que era su papel y que renunciar a jugarlo hubiera comprometido los intereses del país y también los de la Corona. Acababa de producirse el referéndum ilegal del 1 de octubre con sus imágenes de intervenciones policiales en los lugares de votación y la tensión era máxima. El discurso del Rey ayudó a poner las cosas en su sitio, después de que la actuación del Gobierno de Rajoy en aquella jornada dejara abiertos demasiados flancos. Hoy la amenaza separatista, aunque no está completamente conjurada, ha dejado de ser un problema para el Estado. A ello han contribuido también los muchos errores que el independentismo ha cometido en el último lustro y el nivel ínfimo que han demostrado personajes como Carles Puigdemont o Quim Torra. Cataluña está pagando con una política desnortada y con una economía debilitada el disparate de un proceso que nunca debía de haber comenzado. Pero en el que el Rey de España supo estar siempre donde le correspondía.

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