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Puigdemont prosigue su huida más desesperada

El escenario que ayer se pretendió solemnizar sólo servirá para causar más frustración y división entre los propios ciudadanos catalanes

El presidente de la Generalitat desveló ayer la fecha y la pregunta del referéndum ilegal sobre la independencia de Cataluña. Con su anuncio, activa el reloj de una cuenta atrás para la huida hacia adelante en la que Carles Puigdemont y su gobierno se han embarcado y en la que pretenden arrastrar a una población cada vez más desafecta con este proceso. Como demostraba el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, de marzo de este año, el porcentaje de catalanes que rechazaba la secesión ya superaba en cinco puntos al que la defendía. Resulta inaudito que con este estado de opinión se quiera llamar a las urnas. La obligación del Estado es dar una respuesta contundente desde la legalidad si el desafío se consuma. Por encima de la Constitución no hay nada y en ella se consagra la soberanía del pueblo español que el separatismo catalán se quiere cargar. El escenario que ayer se pretendió solemnizar en el Palacio de la Generalitat sólo servirá para causar más frustración y división entre los propios catalanes.

El anuncio tanto de la fecha como de la pregunta se formaliza sin que haya certeza de que el referéndum vaya a celebrarse. Previsiblemente, el Tribunal Constitucional lo anulará, como ha hecho con otras resoluciones que desarrollaban la hoja de ruta secesionista aprobada en el Parlament el 9 de noviembre de 2015. Desde el Gobierno central ya se ha afirmado que "el referéndum no se va a celebrar" y que se utilizarán los mecanismos necesarios para evitarlo. De momento, el Gobierno catalán no ha aprobado ningún acuerdo que pueda ser recurrido, pese a que ha puesto en marcha concursos genéricos para comprar papeletas y urnas, si bien oficialmente son para elecciones autonómicas y otros procesos participativos. Está previsto que el decreto de convocatoria se apruebe en la segunda quincena de agosto. Lo cierto es que el desafío ha dado un nuevo paso con el acto de ayer y lo cierto es también que el propio Puigdemont sabe que está metiendo a una parte del pueblo catalán en un callejón sin salida. Busque lo que busque, forzar unas elecciones cuando se demuestre la imposibilidad de la consulta o echar un manto de demagogia sobre la podredumbre en la que se ha convertido la vida política catalana, el presidente Puigdemont ha ido demasiado lejos. Ahora es imprescindible que todas las fuerzas políticas españolas, muy especialmente el PSOE, estén a la altura de las circunstancias y eviten divisiones que sólo beneficiarían al separatismo.

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