Madrid, la gran ceremonia de la confusión

¿Habría sido todo igual si los dos gobiernos, central y autonómico, hubiesen pertenecido al mismo partido? Evidentemente no, y eso es lo que indigna a los ciudadanos

Los españoles en general, y los madrileños muy particularmente, han vivido las últimas veinticuatro horas con una sensación de estar asistiendo a una gran ceremonia de la confusión protagonizada por unos políticos que parecen haber perdido completamente el rumbo. En unos momentos en los que Madrid registra uno de los peores datos europeos de la pandemia de coronavirus que asuela al mundo, los gobiernos central (PSOE y Unidas Podemos) y autonómico (PP y Ciudadanos) han protagonizado un enfrentamiento en el que ha faltado por completo la voluntad de entendimiento y acuerdo, pasando de escenificar la colaboración entre múltiples banderas de España y Madrid a terminar cruzándose todo tipo de descalificativos. ¿Habría sido todo igual si ambos ejecutivos, nacional y regional, hubiesen pertenecido al mismo partido? Parece evidente que no. Y es esto, precisamente, lo que indigna a unos ciudadanos que no sabían ayer a qué atenerse respecto a la movilidad en Madrid. Parece claro que un exceso de unanimidad nunca es bueno en una democracia, entre otras cosas porque suele ser falso. La democracia consagra como bien político supremo la divergencia de opiniones y la organización de los ciudadanos en partidos según sus ideas, creencias o intereses. Pero también hay que tener en cuenta que en algunos casos extremos, como el que ahora vivimos, se requieren partidos y líderes con personalidad que sepan llegar a acuerdos de Estado capaces de superar las lógicas (y deseables) disensiones. Estos es, precisamente, lo que está fallando gravemente en España. Y ya lo estamos pagando caro al ser un país apestado en nuestro entorno. No es éste el lugar para ver cuál de los dos ejecutivos tiene la razón. Es cierto que la extrema situación de Madrid aconseja que se tomen medidas drásticas, aún a costa de deteriorar más la economía, pero también lo es que el Gobierno central ha tenido poco talante negociador y no ha actuado con la debida lealtad ante un Ejecutivo autonómico al que, por intereses partidistas, pretende desgastar. Mientras tanto, los ciudadanos asisten atónitos al espectáculo.

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