Franco, Pedro Sánchez y el Valle de los Caídos

La exhumación de Franco era necesaria y la ley obligaba a ello, pero a nadie se le escapa el sesgo electoralista del momento escogido

España asistió ayer expectante al traslado de los restos de Franco desde el Valle de los Caídos al cementerio de Mingorrubio. En parte por la excitación provocada por los medios de comunicación (que no ahorraron medios en sus despliegues) y en parte por la importancia del acontecimiento en sí mismo, todo el país estuvo pendiente del viaje en helicóptero de los restos del dictador 44 años después de que fuese enterrado en una España absolutamente diferente a la actual. Comparar el país de 1975 con este de 2019 es la mejor prueba del gran salto hacia adelante que dio España una vez que, muerto Franco, decidió dejar atrás la Guerra Civil y avanzar por las sendas de la concordia, la paz y la prosperidad.

La exhumación de Franco era necesaria. Una democracia no puede permitirse tener enterrado a un dictador en un gran mausoleo dedicado a su mayor gloria y sostenido con el dinero de todos ciudadanos. La presencia del general en el Valle de los Caídos era una fuente de sufrimiento para muchas de las víctimas de su dictadura y, por lo tanto, había que poner fin a tal situación. Asimismo, existía una ley aprobada por el Parlamento que obligaba a esta exhumación y no había ninguna excusa para no cumplirla. Un Estado de Derecho es, ante todo, un lugar donde se cumplen las leyes.

Sin embargo, pese a lo dicho, a nadie se le escapa el sesgo electoralista que ha tenido esta operación. Por mucho que el presidente en funciones, Pedro Sánchez, intentó ayer hacer ver a los ciudadanos que la coincidencia de las elecciones con la exhumación de Franco se debía al puro azar, sólo sus muy fervientes partidarios le creyeron. Desde el principio, en el cálculo de Sánchez ha estado el que la exhumación de Franco le daría votos en las próximas elecciones generales. El 10 de noviembre veremos hasta qué punto tenía razón.

La exhumación de Franco, decíamos, era necesaria, pero otra cosa es el futuro uso del Valle de los Caídos, un monumento que debe ser un homenaje a todas las víctimas de la Guerra Civil y no a las de un solo bando, sea éste el que sea. En los últimos tiempos, algunas voces hablan de "resignificar" el Valle de los Caídos para convertirlo en un lugar de "memoria". Con estos eufemismos, a veces, se esconde el deseo de reescribir la historia para volver a una versión de buenos y malos, como en los tiempos del franquismo, sino que ahora con los papeles cambiados. Eso debe evitarse a toda costa. La Constitución de 1978 supuso el encuentro de las dos Españas, sin vencedores ni vencidos. Ésa es su grandeza y debe seguir siéndola. España necesita menos memoria y más historiografía seria, profesional y sosegada.

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