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España entra en una peligrosa inestabilidad

La extrema debilidad del previsible Gobierno de Sánchez lo convierte en rehén de partidos que niegan la misma idea de España

Si no hay un giro de última hora tan inesperado como improbable, el socialista Pedro Sánchez será hoy elegido por el Congreso de los Diputados como nuevo presidente del Gobierno. De esta manera, España entrará en una época de alta inestabilidad política cuyas consecuencias son imprevisibles. Más allá de sus buenas intenciones, de las que no dudamos, el nuevo Gobierno contará con un apoyo parlamentario asegurado de 85 diputados (los que suma el Grupo Socialista), algo completamente insuficiente para gobernar un país como España, con una fragmentación política evidente y unos conflictos territoriales (especialmente en Cataluña) que envenenan nuestra vida nacional. Para agravar más el problema, Pedro Sánchez llega al Ejecutivo asumiendo dos compromisos impuestos por el PNV para darle su apoyo en la moción de censura: respetar unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) que sólo hace unos días eran demonizados por los socialistas y limitar su capacidad de convocar elecciones en el momento que considere oportuno, una herramienta fundamental en la labor presidencial. El que un Ejecutivo socialdemócrata pretenda gobernar con unos PGE elaborados por formaciones de centroderecha entra dentro del absurdo político.

Le guste o no a Sánchez, va a llegar a la Moncloa gracias a los votos de partidos independentistas que tienen entre sus objetivos destruir el Estado y finiquitar la soberanía nacional. En resumen, es prisionero de aquellos que se oponen a la misma idea de España, la comunidad que va a presidir en breve. Por mucha cintura política que tenga, por muy abierto al diálogo que esté -como ayer dio a entender durante el debate-, Sánchez dependerá de partidos de los que les separan diferencias mucho mayores que las meramente políticas. En un cortísimo plazo de tiempo, veremos cómo esas diferencias se revelan como insalvables (a no ser que Sánchez renuncie a sus principios constitucionales), lo que propiciará aún más la inestabilidad. Una vez más habrá que hacer un llamamiento a la responsabilidad de los principales partidos nacionales, sin excepción, para intentar minimizar dicha inestabilidad y conseguir llegar a las próximas elecciones generales en las mejores condiciones posibles. Nos jugamos mucho en ello, sobre todo una recuperación económica que, aunque con evidentes defectos, está posibilitando el despegue del país tras años de crisis.

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