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La Diada y la fractura social de Cataluña

La masiva manifestación de ayer en Barcelona vuelve a evidenciar la falla que se ha abierto entre las dos Cataluñas

Con motivo de la Diada, el independentismo catalán volvió a hacer ayer una auténtica demostración de fuerza con una manifestación que concentró a centenares de miles de personas en las calles de Barcelona. Cierto es que la causa separatista cuenta con el apoyo indisimulado tanto de gran parte de las instituciones catalanas (que hace mucho tiempo abandonaron la neutralidad deseable en esta cuestión) como de los medios de comunicación privados (lo cual es legítimo) y públicos, especialmente TV3, un ente pagado con los impuestos de todos los catalanes pero al servicio de sólo una parte, todo lo cual facilita enormemente la movilización catalanista. Pero sería una auténtica torpeza ningunear la importancia de lo visto ayer en Cataluña. Un año después del referéndum ilegal del 1-O y de la inevitable intervención de la Generalitat a través del artículo 155 de la Constitución, el independentismo sigue mostrando una extraordinaria musculación social. Casi se podría decir que, pese a algunas encuestas que apuntan a un ligero descenso de los separatistas, las posiciones apenas han variado. La Diada de ayer demostró, una vez más, una realidad inquietante: la profunda y por ahora insalvable fractura social que existe en Cataluña desde que, precisamente en la Diada de 2012, el nacionalismo decidió tomar el camino de la secesión obviando que carecía de una mayoría social. Sin embargo, sí se puede decir que, en ciertos aspectos, el mensaje ha cambiado. En las anteriores ediciones de la Diada la principal reivindicación era la independencia y la constitución de una república catalana. Ayer, sin embargo, los mensajes se centraron, principalmente, en exigir la liberación de los políticos presos por un presunto delito de rebelión y el regreso de los huidos de la Justicia (los que en el argot nacionalista se denominan exiliados), una causa que es compartida por muchas personas en Cataluña que no necesariamente quieren la independencia. La pretensión del nacionalismo es baladí. España es un Estado democrático de derecho y sus tribunales son independientes del poder político. Por tanto, primero se tiene que celebrar el juicio a los políticos que protagonizaron el golpe institucional en el otoño de 2017 (otra cosa sería incomprensible) y una vez que exista una sentencia, sea cual fuere, se podrá hablar de posibles soluciones políticas. Mientras tanto, tendremos que acostumbrarnos a vivir con una continua movilización del independentismo, como la vivida ayer.

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