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Cabeza de turco

Sánchez descabeza la última trinchera de la seguridad del Estado en una operación de la que sólo obtendrá réditos políticos personales

No pasa una semana sin que el Gobierno de Pedro Sánchez dé una nueva muestra de su debilidad y de su división interna. La última fue ayer con la destitución, que desde hace días se daba por segura, de la directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Paz Esteban, una funcionaria con una intachable hoja de servicios, que ha sido apartada para aplacar las ansias de venganza de los separatistas catalanes que mantienen al presidente en La Moncloa. Sánchez, en un gesto que a estas alturas no sorprende a nadie, descabeza la última trinchera de la seguridad del Estado en una operación de la que sólo obtendrá réditos políticos personales, que le servirán para vivaquear en el poder hasta que llegue, seguro que, a no mucho tardar, el próximo episodio. Pero no se puede obviar la gravedad de la decisión que ayer adoptó el Gobierno: se aparta a la máxima responsable de los servicios de Inteligencia, a la que se utiliza sin ningún reparo como cabeza de turco, y se deja a los pies de los caballos nada más y nada menos que los servicios de espionaje. Todo ello en una operación política de nivel muy deficiente en la que se saca de pronto a luz la intervención de los teléfonos del presidente, de la ministra de Defensa y de algún que otro ministro por no se sabe muy bien quién para contrarrestar el escándalo montado por los separatistas catalanes tras descubrirse que algunos de sus dirigentes habían sido espiados. De nada sirvió que la directora del CNI fuese al Congreso a mostrar la autorización del Tribunal Supremo para que algunas de las intervenciones se produjeran con amparo judicial. Una chapuza que debería tener consecuencias y que vuelve a demostrar que España vive una crisis institucional y política a la que debería darse respuesta de forma inmediata. Se empieza a hablar en círculos políticos de la cuestión de confianza prevista en la Constitución. Quizás sea una salida, pero no cabe duda de que hay que acometer acciones inmediatas porque el deterioro del sistema empieza a ser evidente.

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