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Andalucía y las oportunidades perdidas

Intentar hacer ver que la Junta no tiene ninguna responsabilidad en el atraso andaluz es un ejercicio de escapismo político injustificable

Los datos publicados por este periódico el pasado domingo que colocan a Andalucía de nuevo en el grupo de los regiones más pobres de la Unión Europea suponen un fracaso de las políticas que se han aplicado en la comunidad autónoma, ante el cual no se deben buscar excusas, sino soluciones para empezar, cuanto antes y de una vez por todas, a converger con los niveles medios del país y de la Unión Europea. Por esto, el intento del consejero de Economía de la Junta de Andalucía, Antonio Ramírez de Arellano, de señalar al Gobierno central como principal culpable de la situación sólo puede tomarse como un vano intento de eludir unas responsabilidades de la Administración autonómica que son evidentes. Nadie duda de que la falta de convergencia que refleja el reglamento de los fondos de cohesión para el periodo 2021-2027 del Comité Europeo de las Regiones -que como aspecto positivo traerá el aumento del dinero europeo para Andalucía- tiene muchos responsables, entre ellos el Gobierno de la nación y la propia sociedad civil andaluza, pero intentar hacer ver que la Junta de Andalucía apenas tiene nada que ver con esta situación es un ejercicio de escapismo político difícilmente aceptable. Los andaluces pedimos en su día el autogobierno para salir de la situación de subdesarrollo en la que nos había sumido una mezcla de centralismo político extremo con un capitalismo agrario que poco o nada se había preocupado del desarrollo socioeconómico de nuestra tierra. Por tanto, el principal test que debe pasar la Junta de Andalucía casi cuarenta años después es si ha servido para mejorar sustancialmente las condiciones de nuestra autonomía. La respuesta es compleja. Por una parte es innegable la mejora que Andalucía ha experimentado durante la España democrática, en parte debido a la lluvia de 110.000 millones de euros en fondos europeos, y en parte debido a nuestros aciertos. Pero, en términos relativos, vemos que Andalucía sigue estando en el grupo de regiones más pobres de Europa. Es decir, que poco nos hemos movido con respecto a nuestra situación pasada. Hoy en día somos una comunidad en la que existen aceptables niveles de bienestar, no hay quien lo dude, pero en la que, también, las oportunidades para salir de la mediocridad profesional y económica son muy escasas. La Junta, como administración encargada de liderar la sociedad andaluza, no ha conseguido por ahora el objetivo de generar una sociedad moderna y competitiva, con un tejido productivo que genere riqueza, ofrezca oportunidades y consiga converger con las zonas más desarrolladas.

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