Adiós a un hombre de Estado

Con la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, el PSOE pierde a un referente y España a un leal servidor del Estado

Con la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, el PSOE pierde a un referente histórico y España a un hombre de Estado. No son palabras menores. El que fuese vicepresidente del Gobierno, varias veces ministro y secretario general de los socialistas fue un hombre que vivió con intensidad su vocación política -sin rehuir a lo mucho o poco de ejercicio maquiavélico que ésta pueda tener-, siempre tuvo altura de miras y, sobre todo, supo comprender que los grandes intereses del país deben de estar por encima de los meramente partidarios. No es éste el lugar para hacer hagiografías: Pérez Rubalcaba tuvo decisiones en su vida política que aún hoy pueden ser muy discutibles según el color político del observador, pero en general podemos hablar de un gran político y un patriota que entregó lo mejor de su talento y habilidades al servicio público.

Entre los muchos aciertos de Rubalcaba podríamos señalar dos cuestiones que resaltan su altura como hombre de Estado: la puntilla a la banda terrorista ETA y su papel como líder de la oposición en el difícil proceso de abdicación de Juan Carlos I y la llegada al trono del actual rey, Felipe VI. Es cierto que el final de ETA no fue algo que se pueda atribuir en exclusiva a este político socialista. Ni mucho menos. Antes hubo una labor importantísima de ministros como el popular Jaime Mayor Oreja o movimientos estratégicos fundamentales como la aprobación de la Ley de Partidos durante la Presidencia de José María Aznar, que menguaron drásticamente los apoyos políticos, mediáticos y sociales del terrorismo nacionalista vasco. Pero es innegable que fue a Pérez Rubalcaba a quien le tocó gestionar la rendición de ETA y que lo hizo con inteligencia y acierto, sin ofender a las víctimas y evitando cualquier tipo de contraprestación a los criminales. Asimismo, como decíamos, su papel fue fundamental para que la abdicación de Juan Carlos I no dañase seriamente el sistema constitucional español, como pretendían algunas fuerzas políticas. Rubalcaba, como líder de la oposición, estuvo a la altura y facilitó todo lo posible la complicada operación de relevo en la Jefatura del Estado en unos momentos en los que la crisis económica y algunos errores cometidos por el anterior Monarca habían sobrecalentado el panorama político y desestabilizado la Corona.

Como tantos otros miembros de su generación, Rubalcaba es un ejemplo para la mediocre clase política actual. Su legado permanecerá mucho tiempo para quien quiera aprender cómo ser un leal servidor del Estado.

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