Ya respiran tranquilos esos discípulos de San José que desde el mismísimo veintitantos de junio andan rogándole al almanaque la llegada de septiembre para ver a sus hijos volver a las aulas. Alegan no poder descansar con sus niños en casa, pero demuestran una profunda insensibilidad si no disfrutan viendo a sus herederos gozar de un descanso que ellos también merecen, al igual que ellos merecieron en los tiempos de Caponata o de Un globo, dos globos, tres globos. Locos por ver la molesta cartelería de Vuelta al Cole. En mi casa no está permitida la entrada de catálogos con este eslogan al menos hasta el 1 de septiembre. Antes es una aberración contranatura. Todo llega en su momento justo, y de nada sirve andar bicheando entre uniformes escolares a principios de julio o pidiéndose entre molestos grupo de whatsapp el nombre de los libros de texto que, de nuevo, traerán a los niños a las aulas.

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