Otra vuelta al colchón

Si tocan magdalenas de Carmena, magdalenas de Errejón; si colchón de Sánchez el guapo, colchón

Un viejo amigo me comenta la uniformada unanimidad de comentadores y articulistas, que parece que nos den, me dice, guiñándome, una consigna y todos, más obedientes que en la mili, cumplamos al paso de la oca con las órdenes. Que si tocan presupuestos, presupuestos; que si magdalenas de Carmena, magdalenas de Errejón; que si colchón de Pedro Sánchez el guapo, colchón, ¡colchón a todas horas!

No puedo más que asentir. Y sugerir, en defensa propia, que por eso resulta tan refrescante cuando se cambia de tercio o el paso o se sale uno por la tangente (mañana pienso atrasar el reloj dos mil años). Hace el cómplice efecto de cuando en una alborotada mesa compartida (una comida de compañeros de trabajo, por ejemplo) alguien hace un aparte para una intimidad o para un pensamiento tan singular que no pega para todos.

Sin embargo, los que hacen el aparte en el ejemplo y el articulista que se permite saltarse de vez en cuando la consigna de la actualidad, se sienten enseguida en la obligación de reintegrarse a la tertulia general, porque seguir por libre parece una falta de atención. En los dos sentidos: por no estar concentrado y por el feo de desatenderse de la conversación general. En esa atención doble consiste el mérito de la opinión pública, que no deja de ser el foro político de nuestro tiempo, el ágora, el simposio 2.0. Sin un debate compartido, la arena pública sería una jaula de grillos, y poco más.

Además de una conversación compartida, contrastando con ella, gracias a ella, está la inagotable divergencia de enfoques. Es un fenómeno de ida y vuelta en realidad: porque la conversación es una, las opiniones pueden ser muchísimas. Y viceversa: la diversidad sostiene tan obsesas conversaciones con tan pocos temas sin que aburran a las piedras. Resulta una buena metáfora de la compleja urdimbre de una sociedad democrática.

De manera que uno no sólo se encuentra justificado por haber dedicado ayer y anteayer sus preceptivos artículos al famoso colchón de Pedro Sánchez, sino también un poco culpable por saltarme (para darle otra vuelta al colchón) el tema de Arrimadas y Puigdemont, que es el que tocaba hoy. Quizá quedaban -me consuelo- algunos colegas columnistas rezagados que aún no habían echado su cuarto de espadas al colchón. Hoy me tumbo un rato más en el colchón, esperándoles con la alegría de celebrar la solidaridad en los temas de comentario y debate público.

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