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DESDE MI CIERRO

Pedro / G. Tuero

Entre los visillos

PUES una vez descorridos los visillos, la verdad es que no sé por qué postigo de mi cierro me voy a asomar. No sé si por el que tengo enfrente, por el de la izquierda o por el de la derecha, no lo sé. Estoy sorprendido por lo que leo o por lo que escucho en esta Isla de mis amores y jodiendas. Desde este cierro mío se ven tantas cosas que no me atrevo a mirar.

Si me decido por el del centro solamente veo bicentenarios, mucho centro de congresos, charlas y conferencias por lo buenos que fuimos, lo valientes que fueron aquellos isleños cuando los franceses nos asediaban tan cerquita, y, que hoy sabemos más, gracias a historiadores isleños tan respetables como Juan Torrejón o Jaime Aragón, que tanto saben. Además, no veo claro que se critique lo que nuestro Ayuntamiento ha hecho en este bicentenario, ya que lo han conmemorado como se ha podido, con poca ayuda y con mucho valor.

Si me asomo al postigo de la izquierda, sólo veo poca vergüenza. No ya por lo que se ve de esta Isla resentida en aquellos que no han podido gobernar porque, por muy poquito, ganaron las últimas elecciones, pero que, por gajes del oficio, al no tener mayoría se quedaron donde estaban. Observo a una senadora rica y silenciosa; a un candidato que fue, que cobró, pero que ahora dice que ya no está; que leo que los "eres" han sido y son; que hay muchísimas prejubilaciones de cachondeo, carnavalescas y adulteradas; y que esta Junta que dicen, de mi pobre Andalucía, es cada vez más corrupta y hedionda. Porque, lo que fastidia, mi amigo lector, es que uno de tantos foros que hay en esta abandonada y resentida Isla, se ponga en el lado de estos, los que están robando descaradamente y con alevosía. Por este postigo, el divisado panorama es patético por lo que se ve de aquí, de allí y de más allá.

Si decididamente me sitúo en el postigo de la derecha, contemplo un paisaje novedoso y atrayente. No es equiparable al del que tengo enfrente. Más bien observo seriedad, sosiego y buenas intenciones. Desde este cristal, uno de los que sustituí en la última reforma de este cierro, las cosas se ven mejor y como nuevas. Pienso que un cambio así no viene mal.

Ya cansado, echo los visillos, cierro los ojos y escucho irremediablemente carnaval. La tele suena demasiado alta, y este hijo mío parece que no sabe que su padre necesita dormir. Al rato, comienzo a enredarme entre los visillos de Morfeo.

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